Los índices de los mercados a futuro auguran una buena rueda para las bolsas del mundo. Europa marca alzas y Wall Street mantenía sus indicadores neutrales. Pero ese movimiento no influirá en la Argentina, que está jugando un partido en otra liga.
Son tantas las convulsiones internas que el viernes, por caso, el peso se revaluó ante el dólar cuando en el resto del continente la divisa de Estados Unidos cotizó en alza.
Lo único que une a la Argentina con el mundo es el riesgo país que está en los niveles más altos del año. Este indicador es el retrato de Dorian Gray del país. Mientras el dólar muestra bajas exuberantes, la otra cara es el riesgo país que se encamina a nuevos récords, la inflación que no cede y las tasas de interés que aumentan.
Pero lo que preocupa es que si bien el viernes los exportadores liquidaron el volumen más importante del año -USD 150 millones-, los depósitos a plazo fijo no guardan correlación con este movimiento.
El dólar mayorista durante la semana pasada perdió $ 1,77 o 4% para tener una idea más cercana de la magnitud de la caída. El dinero que se movió en el mercado cambiario mayorista el viernes, no se reflejó en los depósitos en los bancos. Por caso, los pesos que obtuvieron los exportadores ante la fuerte venta de dólares no incrementaron los plazos fijos que se mantienen en el mismo nivel desde que comenzó el mes.
Las colocaciones de los privados en los bancos, después de alcanzar el primer día del mes el récord de 30.020 millones, al jueves habían bajado a USD 29.951 millones.
En otras palabras, la baja del dólar que alienta el Banco Central se asemeja a subsidiar la salida de capitales. Pero al Gobierno le preocupa más el precio, que las consecuencias. Por eso desde el lunes sumará a la oferta de los exportadores, la venta de USD 60 millones del Tesoro para pagar sus deudas y gastos.
Por supuesto, hablar de una baja lineal del dólar no es algo demencial, salvo que el martes cunda el desaliento cuando se conozca la inflación de marzo que algunos la estiman por encima de 4% y que se publica después del cierre mercado. Habrá que ver que dicen los inversores y ahorristas al día siguiente. La plaza no solo es sensible a las noticias, sino que mueve un acotado volumen de divisas. El viernes en plena euforia de liquidación de los exportadores se negociaron USD 630 millones. Hoy el volumen normal es inferior a 600 millones. En 2017 se negociaban habitualmente más de USD 700 millones por rueda.
Superado el obstáculo de la inflación queda ver qué sucede el lunes de la semana siguiente cuando haya que pagarle USD 2.836 millones a los inversores del Bonar 2019 (que ese día sale del mercado). El gobierno tiene la difícil misión de que esos inversores no se lleven los dólares, sino que los reinviertan en otros títulos de más largo plazo. Lo que hagan los tenedores del bono de más valor en la Argentina, es clave.
Pero cuando se observa la brecha que hay en la paridad del Bonar 2019 con el resto de los bonos, las esperanzas se opacan. El Bonar rinde cerca de 3% por su bajo riesgo y los bonos que vencen de 2020 en adelante tienen rentas de dos dígitos por su alto riesgo.
Los inversores viven las mismas angustias que el Gobierno. La diferencia es que ellos resuelven las dudas refugiándose en el dólar y el Gobierno lanzando medidas de control de precios o de préstamos subsidiados a jubilados. En la Argentina sin ir a la Facultad de Ciencias Económicas, la gente sabe que esos préstamos a tasas bajas pueden terminar en compra de dólares y no en el consumo.
Un control de precios o «acuerdo», como lo rebautizaron para disimular el carácter intervencionista de la medida, es una admisión del fracaso en la lucha contra la inflación y un fracaso de gestión porque es caer en todo lo que se criticó.
Y en la Argentina las historias son circulares. La campaña política se está basando en el miedo al kirchnerismo. La campaña del kirchnerismo para impedir el triunfo de Macri en las elecciones de 2015, utilizó el mismo argumento.
La caída de la recaudación es otra señal del fracaso de la política monetaria que solo logró bajar el precio del dólar, pero no pudo con la inflación ni con las tasas.
Hoy, a diferencia de otras gestiones, no es el dólar el que mide la profundidad de la crisis, sino el nivel de las tasas de interés y el riesgo país.