La evolución de la inflación, la devaluación y el financiamiento del déficit público. Los mercados mundiales siguen cerrados. El mapa de tasas nos indica problemas graves si no conseguimos dinero fresco.
Por Salvador Di Stefano
La proyección de inflación para los próximos 12 meses que realiza el Relevamiento de Expectativa de Mercado del Banco Central (REM), nos indica que podríamos tener por delante un aumento de precios del 52,5% anual. El tipo de cambio oficial en igual período aumentaría el 49,9% y se ubicaría en $121,1 para noviembre 2021.
En los últimos meses la inflación comenzó a trepar en la medida que fuimos dejando atrás la cuarentena, en agosto la inflación fue del 2,7%, en septiembre del 2,8% y en noviembre del 3,8%.
Si medimos el rubro Bienes la inflación fue del 3,3% en agosto, 3,6% en septiembre y 4,6% en octubre. La nota la dio el rubro Servicios con una inflación en agosto del 1,5%, en septiembre del 1,1% y en octubre del 1,9%.
Todos estos datos nos muestran que escalamos a un nivel más elevado de inflación, y que la misma se podría mantener por un largo período de tiempo.
Para comenzar, el nivel de emisión monetaria para 2020 hasta el 1 de diciembre ascendió a $1,7 billones, de este total se absorbieron vía pases y Leliq (deuda del Banco Central) la friolera de $1,33 billones, y se pagaron intereses por $645.000 millones. De estos datos se desprende que la base monetaria se expandió en $452.704 millones en el año. Esto es emisión sin respaldo que se llevó adelante durante todo el año 2020. Hoy tenemos mayor cantidad de moneda en nuestras manos y menos bienes en la producción, el resultado lógico es mayor inflación.
Por el lado de las reservas, al 1 de diciembre se ubican en u$s38.619 millones, en lo que va del año cayeron en u$s6.230 millones, y de dicho total, unos u$s2.484 millones corresponden a pagos a organismos financieros internacionales.
En resumen, tenemos menos dólares en las reservas, muchos pesos emitidos, un taxi que no para nunca de correr (son los intereses de la deuda que tomamos en pases y Leliq) y estamos afuera del mercado de crédito internacional.
La reestructuración de la deuda no dejó como resultado una familia de bonos en dólares que rinden entre el 15% y 17% anual. Esto implica que sería una locura emitir un bono en el exterior.
En el plano local, el Gobierno ha buscado financiarse en bonos que ajustan por inflación, hoy esta familia de bonos nuevos está pagando una tasa de retorno entre el 4,5% y 7,0% anual más inflación.
El bono que ajusta por la evolución del dólar oficial no devenga una gran tasa, pero el Gobierno no desea endeudarse en este título, ya que una devaluación podría incrementar notablemente la deuda pública.
Bajo este mapa de tasas, resulta difícil que el Gobierno pueda tener un 2021 con cierta tranquilidad cambiaria y monetaria, el desafió de la nota es qué deberíamos esperar para solucionar estos problemas.
En primer lugar, debemos admitir que nadie nos prestará un dólar en los mercados mundiales, y que tomar deuda en el mercado interno es oneroso, ya que conseguimos a inflación más un adicional que es muy elevado. Pocos colocan dinero a la tasa nominal del 40% anual.
En segundo lugar, la única carta que tiene Argentina por delante es conseguir financiamiento de los organismos financieros internacionales. Si ello no ocurre y debemos vivir con lo nuestro, las proyecciones de inflación y devaluación deberían ser corregidas al alza.
En tercer lugar, el Gobierno debería corregir la enorme brecha fiscal que hay entre el dólar oficial y los dólares alternativos. Al 30 de noviembre las brechas eran del 77,7% con el Dólar Bolsa; 82,1% con el dólar Contado con Liqui y 100% con el Dólar Blue. En la actualidad se ubican por debajo de estos guarismos.
La brecha entre el dólar oficial y los dólares alternativos no va a bajar si no solucionamos el problema principal del país que es el déficit fiscal crónico que tenemos. Para este año se ubicaría en torno de los 3 billones en todo concepto.
Si en la actual coyuntura es difícil bajar este déficit, sería bueno financiarlo a tasas bajas, ya que seguir financiándolo con emisión monetaria o tasas muy elevadas, agravaría problemas a mediano plazo.
La llegada de fondos frescos del exterior luce complicada, y las inversiones son muy pobres. Hace una semana atrás el presidente visitó dos empresas, en la primera se anunció una inversión de u$s5,5 millones y en la segunda u$s25 millones hasta el 2022. Son inversiones muy importantes para la región, pero pobres a nivel país, nuestro PBI es de u$s355.000 millones, y necesitaríamos inversiones de mayor relevancia. Si el Presidente inaugura plantas en donde se invierten estos montos, es que inversiones por mayor magnitud no hay o no lo invitan.
Conclusión
- Si no hay un acuerdo con el FMI que incluya desembolsos de dólares, o la llegada de dinero fresco de otros organismos internacionales, las proyecciones de inflación y devaluación podrían ser más elevadas. Esto implicaría una suba de tasas en el mercado interno y menor crecimiento.
- Con la actual tasa de inversión, que alcanza al 12% del PBI para los precios corrientes, no lograremos ofertar más productos al mercado y de esta forma reducir la tasa de aumento de precios y devaluación de la moneda. Argentina tiene un severo problema de oferta.
- La evolución de los precios de nuestra economía está atada al precio del dólar, debido a que tenemos una economía muy precaria y dependiente de los productos primarios. Más devaluación implica más inflación.
- Proyectar niveles de inflación y devaluación a futuro es una invitación al escarnio público. La Argentina gestiona muy mal los fondos públicos, y las probabilidades de guarismos más altos de inflación y devaluación tienen alta probabilidad.