Aunque el Gobierno regula la devaluación del peso, el fuerte aumento de precios de los productos exportables compensa la estrategia del “crawling peg”
En 2021 el Banco Central continúa regulando de forma quirúrgica la evolución del tipo de cambio oficial. En el mercado mayorista el billete verde registra un incremento de 5,9% en lo que va del año, apenas sobre los $89, mientras que la brecha cambiaria con las cotizaciones paralelas se encuentra estabilizada por debajo del 70%, un rango muy elevado, pero a la vez, el más ajustado en los últimos diez meses.
Aunque diversos analistas sostienen que el Banco Central se inclinará en 2021 a atrasar el tipo de cambio, con un efecto de “ancla” inflacionaria antes de las elecciones legislativas de octubre, la realidad es que la competitividad cambiaria de la economía argentina se encuentra en niveles elevados, acorde a las sucesivas y pronunciadas devaluaciones experimentadas por el peso desde mayo de 2018 hasta a nuestros días.
A través de un indicador, el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM), la autoridad monetaria mide la evolución de la competitividad en base al precio relativo de los bienes y servicios que la economía doméstica intercambia con los principales doce socios comerciales.
El ITCRM se obtiene a partir de un promedio ponderado de los tipos de cambio reales bilaterales con estos países y a la evolución de los precios de las canastas de consumo. Con una base 100, establecida en diciembre de 2015, hoy el ITCRM está cerca de los 125 puntos, es decir que el tipo de cambio real de la Argentina es un 25% más alto que el de la devaluación tras el levantamiento del “cepo” hace más de cinco años.
Además, esos 125 puntos significan el tipo de cambio más alto desde noviembre de 2019, unos 15 meses atrás.
En una entrevista televisiva, el ministro de Economía, Martín Guzmán, anticipó que el dólar subirá un 25% este año, para llegar a $102 en diciembre. Esta suba se ubica por debajo de la inflación esperada para el 2021, cercana al 50%, según estimaciones privadas.
Estas declaraciones volvieron a poner sobre la mesa de discusión la estrategia del “crawling peg”, como se define en el mundo financiero a la devaluación progresiva y controlada diariamente por el Banco Central, para trazar un sendero previsible de un indicador tan sensible para la economía como lo es el tipo de cambio.
Aunque se especula con un moderado atraso cambiario este año, para quitarle inercia a la inflación antes de las elecciones legislativas de octubre, la realidad es que la entidad que preside Miguel Pesce fue cuidadosa en mantener un alza del dólar acorde al ritmo general de los precios.
En 2020, con una inflación anual de 36,1%, el dólar mayorista aumentó un 40,5%, mientras que en lo que va de 2021, esta suba es de 6%, frente a una inflación que sostiene un ritmo del 4% mensual.
En buena parte, la mejora de la competitividad cambiaria tiene fundamento en la suba de los precios internacionales de los productos exportables del agro y derivados industriales, que impulsaron las liquidaciones de divisas en el corto plazo, ante la volatilidad de esta variable. En los últimos dos meses y medio, el precio de la tonelada de soja subió un 17% y superó los USD 500 millones por primera vez desde mediados de 2014, hace casi siete años.
Con esta mejora de los precios internacionales, la necesidad de una devaluación abrupta del peso para mejorar el perfil exportador por la vía cambiaria queda despejada en el corto plazo.
Los expertos de Portfolio Personal Inversiones consideran que el Gobierno “está iniciando un ‘proceso de desinflación’ reduciendo el ritmo de depreciación del tipo de cambio, con el objetivo de que los bienes transables operen con menor indexación hacia delante”.
En este aspecto, el BCRA pasó de apreciar el tipo de cambio a un ritmo de 16 centavos de peso al día (equivalente a un 54% interanual) en diciembre y enero, a uno de 11 centavos diarios en febrero.
Esto “significaría un esquema de retraso cambiario respecto de la inflación estimada de los próximos meses del orden de 1 a 1,5 puntos por mes. No obstante, este lag (retardo) no sería tan riesgoso, puesto que el Tipo de Cambio Real Multilateral supera en un 10% al promedio de los últimos 30 años”, consignó Portfolio Personal.
Un informe de Invecq Consultora Económica precisó que “en la primera quincena de febrero puede distinguirse que la estrategia de crawling peg que venía llevando adelante el BCRA permitiendo depreciaciones diarias de la moneda que acompañen a la inflación comenzó a ralentizarse, permitiendo un mayor atraso cambiario y poniendo menor retroalimentación a la evolución de los precios, volviendo a los mismos niveles de octubre de 2020″.
“La implementación de precios máximos, mayor control sobre la suba de precios regulados, una ampliación de los subsidios para no impactar en las tarifas y un mayor anclaje del tipo de cambio parecieran ser la combinación elegida para este año, similar a cualquier año electoral. Ninguna de estas cuentas con sustento en el largo plazo, sobre todo en una economía que empieza a dejar atrás sus niveles bajos de monetización y hoy cuenta con un nivel mínimo de reservas internacionales”, concluyó el análisis de Invecq.