La presión que generan las cotizaciones paralelas del dólar, la emisión monetaria y la vuelta al trabajo de sectores que permanecieron sin actividad durante la cuarentena hacen prever números de inflación mensual más altos. Con todo, los analistas no esperan ni una hiperinflación ni un nuevo registro como el de 2019
El dato de inflación de junio sorprendió al consenso del mercado que la calculaba en torno un 2% con un número levemente mayor, en 2,2%. La pequeña divergencia disparó, sin embargo, la pregunta respecto de si la aceleración de la inflación esperada por los analistas para luego de la cuarentena ya empezó. Para los economistas, sin embargo, el registro del Indec todavía no muestra el nivel al que pueden llegar los datos de precios más adelante en el año. Aunque con matices, la opinión generalizada es que las trabas cambiarias impuestas el año pasado, el atraso de las tarifas y la mayor emisión monetaria tendrán eventualmente un costo en materia de nivel general de precios. Sin embargo, de no mediar eventos disruptivos, la expectativa es que la aceleración sea modesta y el año termine con un registro de inflación inferior al de 2019.
El consenso entre los analistas es que los fundamentos monetarios alcanzan para traducirse en un nivel de inflación mayor que el que se vio en los últimos meses. Hay varios elementos que miran de cerca para temer el movimiento a alta velocidad de los precios. Con todo, el impacto de la cuarentena sobre la actividad y la existencia, todavía, de algunas anclas hace que las previsiones de una aceleración del ritmo de avance de los precios que tienen en la mente los analistas no se parezca a una hiperinflación ni al 53,8% que marcó el índice de precios en 2019.
Brecha cambiaria
La principal fuente de preocupación viene de la madre de todas las variables financieras para la idiosincrasia local: el dólar. Aunque el Banco Central mantenga férreos controles de cambio y mantenga el movimiento de la divisa en el mercado oficial a una velocidad anualizada de poco más del 30%, la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el valor de la divisa estadounidense en los distintos mercados paralelos muestra que las expectativas de devaluación siguen altas.
“El apetito dolarizador se mantiene, no hay grandes fundamentos a nivel de tipo de cambio real para una devaluación, pero el apetito dolarizador no para. Yo particularmente soy de los que creen que la emisión no impacta de manera lineal en precios, seguro que impacta, pero lo hace más a través del canal cambiario”, dijo Matías Rajnerman de Ecolatina. “Si las brechas se ensanchan o fuerzan eventualmente al Banco Central a dejar de planchar al dólar, podés tener una movimiento mayor”, comentó.
Cantidad de dinero
La otra variable tradicional que miran los analistas es la emisión monetaria. Más específicamente, el dinero en circulación, cajas de ahorro y cuentas corrientes –lo que en la jerga se conoce como “M2″– que crece a muy alta velocidad como resultado de la emisión monetaria para financiar al Tesoro y la relajación de las condiciones monetarias que encaró el Banco Central con el fin de abaratar el financiamiento a empresas en días de parate económico. La visión compartida por distintos especialistas indica que la particularidad de la cuarentena, por menor actividad y menor “velocidad de circulación” del dinero, tiende a postergar el efecto sobre precios. Pero que tarde o temprano llegará.
“Con la pandemia, la gente cuyos ingresos no fueron afectados deja el dinero a la vista, es dinero que está ahí para gastar. Mucha gente no puede gastar hoy porque la economía está cerrada, pero ese dinero va a ir a transacciones eventualmente. Si bien es cierto que la relación con la inflación no es lineal, si la cantidad de dinero crece 100% como avanza el M2, es muy difícil que la inflación se quede en el 30%”, dijo Andrés Borenstein, economista asociado de Econviews.
“La velocidad de circulación del dinero te va a jugar en los no transables (N. de la R.: bienes y servicios que no se comercian entre países), estamos en mínimos de velocidad de circulación porque buena parte del país se queda en su casa. Cuando se empiece a liberar va a tener una forma más ágil de liberarse de los pesos. Mayor velocidad de circulación te va a afectar en el nivel de precios”, dijo Gabriel Caamaño de Consultora Ledesma.
Ajuste de precios máximos
Aunque el Gobierno trate de contener algunos precios mediante regulaciones, algunos ajustes se ve obligado a conceder. Por ejemplo, recientemente debió aceptar una suba de precios cuidados de 4,5% promedio que se hará sentir en el registro de inflación de agosto, si como es esperable no llega a impactar en junio. Por otro lado, el congelamiento de tarifas probablemente pueda sostenerse durante más tiempo, pero el atraso en ese sentido genera costos importantes en materia de subsidios que en el mediano plazo obligará a un ajuste que afectará a los precios.
“La parte de tarifas probablemente no afecte en 2020, y en 2021 lo más lógico sería a principios de año para dejarlo lejos de las elecciones. Pero algún ajuste van a tener que hacer, porque si no tocan las tarifas lo van a pagar muy caro por el lado fiscal. Ya en julio algo tocaron de precios máximos y precios cuidados, porque si dejás muy baratos esos bienes, los fabricantes lo van a dejar de fabricar y nadie quiere góndolas vacías. Julio viene bastante tranquilo, pero en agosto el 4,5% de precios cuidados se va a dejar sentir”, dijo Borenstein.
Servicios sin precio
Uno de los elementos que explican la pequeña aceleración que mostró el dato de inflación de junio es que, con las medidas de aislamiento social algo relajadas, el Indec pudo volver a medir precios que poco antes habían dejado de existir. A medida que la cuarentena se vuelva más leve, eso se va a repetir.
“Es una situación muy particular porque hay precios de muchos servicios que no se pudieron medir porque directamente no existían. Va a haber un shock inicial porque hay precios que hoy no están. Pensá, por ejemplo, cuando vuelvan a trabajar las peluquerías, ¿a qué precio van a volver? Son sectores muy golpeados, con mucho tiempo sin actividad que van a necesitar ponerse al día con el resto de los precios”, menciona Rajnerman.
“Algo de aumentos por regreso a la actividad ya lo vimos en junio, cuando el Indec volvió a medir precios de restaurantes, lo poco que volvieron a trabajar. Vinieron con aumentos de precios que afectaron el número mensual”, sumó Caamaño.
Borenstein, por su parte, pone el foco sobre los costos de educación que tienen un peso muy importante en la medición del índice de precios al consumidor. “Hasta ahora, educación privada otorgó descuentos porque no estaba prestando el servicio de manera normal, pero, aunque la paritaria sea modesta, algún aumento de salario van a tener que dar y ese sector es todo salario”, dijo.
Escasez de importados
Un elemento más, hasta ahora de poca incidencia, es el efecto que tuvo sobre los precios de bienes importados la necesidad del Banco Central de regular las ventas de divisas para el pago de importaciones. La entidad ya corrigió ese freno inicial y ahora deja fluir algo más al comercio exterior, pero el traslado a precios ya se dio y, argumenta Borenstein, el acceso a muchos bienes importados continúa dificultado.
“En la Argentina hoy hay un montón de productos muy difíciles de conseguir. Sobre todo con gente que pasa más tiempo en la casa y los electrodomésticos se dañan. Intentá comprar un secarropas o una computadora hoy por hoy, Si hay escasez, los precios tienden a subir”, dijo.
Aceleración mayorista
Otro dato que preocupa es el último registro de inflación mayorista que mide el Indec. En junio, la inflación mayorista pasó al 3,7% mensual luego de anotar una suba del 0,4% del mes anterior, una aceleración que, aunque esté explicada en buena medida por la suba del petróleo a nivel global, es difícil que no tenga correlato en los precios minoristas por venir.
¿Pero de qué niveles de inflación hablamos cuando nos referimos a una aceleración? A pesar de que el consenso es que la inflación que viene debería ser más alta de lo que se vio durante la pandemia, el escenario que tienen en la cabeza los economistas está lejos de ser una disparada o una hiperinflación. Cuando hablan de un ritmo de avance de los precios mayor se refieren a números mensuales más cerca del 3%, algo en línea con expectativas del 40,7% de inflación para todo este año que surgió del último Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM) del Banco Central.
Por ejemplo, dado que en el primer semestre del año la inflación acumuló un avance del 13,6%, para que el año marque una tasa de inflación como la que surge del REM se necesita en torno de 23% de inflación acumulada en el segundo semestre.
“Si ese escenario es el que se da, estamos hablando de tasas de inflación mensual promedio del 3,5%, lo que te marca que vas a ver a algunos meses por debajo de eso y a algunos en el 4%”, dijo Borenstein.
“Sin nada disruptivo, entre 2 y 3 puntos de inflación mensual es lo que esperamos. En un escenario algo más negativo, 3 deja de ser techo para ser centro de gravitación. Para tasas más altas necesitarías un escenario disruptivo en el mercado de cambios que en principio no es algo en lo que estemos pensando”, agregó Caamaño.