El plan diseñado por el tridente FMI-Tesoro-Banco Central busca asegurar la estabilidad cambiaria. ¿Alcanza para llegar a las elecciones?
Los tiempos de las peleas y falta de coordinación entre el ministerio de Hacienda y el Banco Central quedaron atrás. El jueves, en una jugada muy bien coordinada, Nicolás Dujovne desde Washington y Guido Sandleris un par de horas después desde Buenos Aires realizaron los anuncios más relevantes en materia de política económica para lo que resta de 2019. El Gobierno puso sobre la mesa lo que tiene para llegar de la mejor manera posible a las elecciones. ¿Le alcanzará?
Sin pretensión alguna de avanzar en reformas estructurales ni en solucionar problemas de fondo de la economía argentina, la estrategia del tridente FMI-Tesoro-Banco Central persigue un solo objetivo: mantener al dólar completamente dominado por el mayor tiempo posible. Lo dijo sin ponerse colorado el ministerio del Interior, Rogelio Frigerio, durante su visita a Expoagro: «Nuestro principal objetivo es evitar otra crisis cambiaria».
Planchar el tipo de cambio, de acuerdo a la visión oficial, no tendría los efectos negativos de otras oportunidades. Según describió Sandleris, el tipo de cambio actual «está 60% más alto» que el de la salida del cepo. Estaría descartada la posibilidad de caer por el momento en nuevo atraso cambiario.
Frenar al dólar tendría dos objetivos primordiales: el primero, evitar nuevas situaciones de zozobra como las que se vivieron en 2018 y el segundo, anclar las expectativas inflacionarias. Sin nuevos aumentos tarifarios, un tipo de cambio quieto y la persistencia del plan de «emisión cero» se apunta a que la inflación empiece a ceder desde mayo.
La negociación con el Fondo para que habilite la venta de USD 9.600 millones hasta fin de año merece un capítulo aparte. Fue necesario que Dujovne se reuniera con la titular del organismo, Christine Lagarde, para que le permitiera utilizar esa cantidad de dinero. Primero se había pactado que las ventas comenzarían en junio y por una cifra cercana a los USD 8.000 millones. Pero sobre el final se acordó salir a vender desde abril, aun cuando se suponía que las liquidaciones del sector agropecuario inundarían el mercado local.
Según las estimaciones que divulgaron desde Hacienda, el campo aportará USD 25.000 millones de la cosecha. Sin embargo, el temor es que terminen ingresando muy pocos de esos dólares. Apenas lo necesario para pagar las deudas. La mayor parte de las divisas permanecería fuera del país, a la espera del resultado de las elecciones presidenciales. Para reducir la dependencia de las divisas del campo en pleno período preelectoral, se optó por exprimir al máximo el acuerdo con el Fondo. «Si todo el mundo está postergando decisiones hasta ver el resultado electoral, seguramente el campo hará lo mismo», reconocen en el Gobierno.
La combinación de una mayor oferta de dólares en cuestión de semanas y de la continuidad del apretón monetario dio el resultado esperado. Ayudó mucho el contexto internacional, que estas últimas dos semanas favoreció a los países emergentes. Todas las monedas se revaluaron contra el dólar, aunque en el caso del peso el movimiento fue mayor.
Como consecuencia, el tipo de cambio quedó otra vez cerca de la banda. El dólar mayorista cerró clavado en $ 40 y el piso de la «zona de no intervención» es de $ 39, es decir cerró a sólo un peso de distancia. El objetivo de aumentar la oferta de dólares desde abril y al mismo tiempo mantener altas tasas de interés reales (la de referencia quedó arriba del 63% contra una inflación esperada del 30% para los próximos doce meses) apunta a un objetivo: que la divisa vuelva a perforar el nivel inferior de la banda cambiaria. Ya está a un paso de lograrlo.
En ese escenario «benévolo», el Central volverá a comprar dólares aunque se aclaró que sería un máximo de USD 50 millones diarios. Si sopla un poco de viento a favor, la cifra podría resultar insuficiente para evitar una caída mayor del tipo de cambio. Esas compras implican un aumento genuino de las reservas. A su vez, permitiría inyectar pesos para aliviar las tasas y ayudar a reactivar la economía. Pero es un arma de doble filo: cada peso que se emite podría más temprano o más tarde usarse para la compra de dólares.
Otro de los problemas del plan diseñado con el Fondo es que impide salir a vender las reservas que vaya comprando bajo este esquema en caso de que sea necesario calmar al dólar. La falta de herramientas obligó al Central a subir fuertemente las tasas de interés desde mediados de febrero para frenar una mayor dolarización.
Asegurar un monto de oferta de dólares y mantener altas tasas de interés es lo máximo que puede hacer el equipo económico para enfrentar las elecciones y que el tipo de cambio no se vaya a las nubes.
Sin embargo, nadie está en condiciones de adelantar hasta dónde puede trepar la demanda de divisas cuando se acerquen las PASO en agosto y luego las elecciones generales de octubre. Cada elección provincial y cada encuesta serán a partir de ahora el mejor termómetro para medir el comportamiento del tipo de cambio.