Hace poco contábamos que los principales bancos centrales del mundo están en plena guerra de monedas (ver: Estamos en Guerra). Por entonces, prometíamos contar cuál es el papel de Argentina en esta contienda. Bueno, a riesgo de que algunos dejen de leer acá mismo, tengo que decirles que estamos lejos de tener un rol protagónico. Esta competencia la miramos desde afuera, esta vez somos nosotros los que “nos quedamos afuera de la copa”.
Argentina tiene una moneda con poca, por no decir nula, aceptación en el resto de los países del mundo, un PBI que equivale a menos del 1% del PBI mundial y hacemos nuestro principal aporte al comercio mundial a través de la venta de commodities, de los cuales somos básicamente tomadores de precios. Con estas condiciones de fondo, lo que pueda pasar con el peso argentino poco importa en la guerra de monedas. No obstante, como argentinos sí nos importa y nos afecta lo que pase con el resto de las divisas.
Después de la crisis del 2008, la fuerte emisión monetaria por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos generó dos grandes oportunidades para nuestro país. En primer lugar, el precio de los commodities se disparó al alza. Si bien, sería injusto afirmar que fue el único motivo del incremento de los precios, claramente la mayor circulación de dólares en el mundo influyó positivamente para mantener altos los valores de los granos, particularmente de la soja como se puede ver en el gráfico (línea violeta). Cuando los estímulos estaban por terminar los precios empezaron a ceder.
Cotización de la soja, maíz y trigo en el CBOT. Fuente: Reuters
Claramente, nuestro país tomó provecho de esta situación principalmente a partir de las exportaciones de soja y sus productos derivados, lo que le permitió un importante ingreso de dólares.
La segunda gran oportunidad que se genera para el país es la posibilidad de tomar deuda en el exterior a tasas históricamente bajas. Con la FED llevando a cabo políticas extremadamente laxas, los rendimientos de deuda del tesoro de Estados Unidos a diez años cayeron a niveles de hasta 1,5%. Acá vale hacer una aclaración. La tasa a la cual puede endeudarse un país suele expresarse como el rendimiento de la deuda del gobierno de Estados Unidos más un margen que expresa el riesgo adicional de invertir en una nación. Ese margen es determinado a partir de ese indicador que se hacía famoso allá a finales de la convertibilidad, el riesgo país. Es decir, un riesgo país de 600 puntos implica que nos podemos endeudar a una tasa 6 puntos porcentuales mayor a la de Estados Unidos. Ahora bien, si el riesgo interno de los países se mantuviese constante y la tasa de referencia de USA bajase, debería darse una tendencia a la baja en los rendimientos de deuda.
En términos generales esto fue lo que pasó a nivel mundial, pero no para nuestro país. Por condiciones internas entre las que podríamos mencionar, entre otras, un aumento de la inflación, cepo cambiario o el todavía no resuelto conflicto con los holdouts, el riesgo país mostró una tendencia alcista que no permitió tomar ventaja de esta baja de tasas a nivel internacional.
Riesgo país Argentina (2008- actualidad). Fuente: Ámbito Financiero
Recién a mediados de 2013 el “nivel de riesgo” de Argentina empieza a mostrar un descenso. Si bien las diversas facciones políticas puedan expresar distintas opiniones que expliquen este cambio de tendencia, la principal causa se encuentra probablemente en las expectativas de los inversores de un cambio de gobierno que se originaron con las elecciones legislativas del 2013.
Independientemente del motivo que lo haya generado, esta baja en el costo de endeudamiento es aún insuficiente. Las tasas de interés siguen estando dentro de las más altas de Latinoamérica. Claramente el país tiene camino para recorrer en la búsqueda de financiamiento a menores tasas, pero probablemente habrá que esperar a una resolución del conflicto de deuda con los holdouts y al resultado de las próximas elecciones para ver el riesgo país en mínimos.
En resumen, después de la crisis de 2008, Argentina aprovechó los altos precios de los commodities, pero dejó pasar las bajas tasas de endeudamiento. Todo parece indicar que la era de tasas mundiales históricamente bajas está empezando a revertirse. Igualmente, a no desesperar que todavía podemos llegar a la fiesta de bajas yields. Como dice el dicho “mejor tarde que nunca”.