Este año la tasa de inversión será la menor de la historia, incluso superando a la del colapso de la convertibilidad. Por el momento no hay señales de que una recuperación en el futuro mediato.
Si uno se guía por las proyecciones privadas la recuperación del próximo año, si todo sale viento en popa, tendrá sabor a poco. Pero quizás lo que más preocupa es que las estimaciones hablan de una nueva caída en el nivel de inversión bruta interna. Esto no sería tan alarmante sino fuera porque desde 2007 la inversión viene en franco declive. Para este año se estima un nivel de inversión inferior al 10% del PBI, ya que la caída más que duplica a la del PBI calculada por encima del 10%. El retroceso de este año es entendible luego de semejante desplome mundial. Pero ocurre que la economía argentina viene consumiéndose su stock de capital desde hace más de una década. Para tener una dimensión del deterioro que ha acumulado el país, el nivel de inversión de 2020 será menos de la mitad del de comienzos de los ’80. Se trata de la tasa de inversión más baja de la historia, superando incluso el derrumbe de la crisis de 2001/2002.
Porque es tan importante y podría decirse sin eufemismos, que es clave para el futuro mediato, sencillamente porque la capacidad de producir y generar riqueza de una economía lo define su nivel de inversión. Lo que los economistas llaman la frontera de posibilidades de producción no es más ni menos que lo que puede producir o generar un país en un determinado período. En la medida que esa frontera se amplíe, o sea, se expanda, más riqueza y producción se genera y por ende hay más para distribuir. Por el contrario, cada vez que la frontera se encoge, menor es la capacidad de generar y producir, es decir, menos para repartir. De modo que solamente para mantener un determinado nivel de producción, es decir, un nivel a lo largo de la frontera es preciso que esa economía invierta, por lo menos, la parte del stock de capital que se amortiza, que se consume. Por lo tanto, si el país solo aspirara a mantener un determinado nivel de producción o de riqueza, debe invertir no menos que la amortización del capital. Es lamentable, pero Argentina no viene cumpliendo con ese requisito básico y mínimo desde hace ya varios años. En buen romance, cada año, la economía tiene una menor capacidad de producción, es decir, la frontera se viene achicando, por lo tanto, la llamada ”torta” a repartir también se va reduciendo. Hubo solo dos períodos en la historia reciente donde hubo expansión del stock de capital. Luego de los fracasos de los ’80 a partir del colapso de la hiperinflación de 1989/90 hubo un período, con la convertibilidad y las reformas estructurales donde la tasa de inversión recuperó posiciones y volvió a niveles de 20% del PBI. Cabe señalar que para tener tasas de crecimiento económico, que por ese entonces no se calificaban como “chinas” sino de crecimiento sostenido, en torno de más del 5% promedio por varios años, se calculaba que la economía debía destinar no menos de 25% del PBI a la inversión. Vale tener en cuenta que esto implica tener una alta tasa de ahorro doméstico o bien que el resto del mundo financie esa inversión. Pero la contracara de esto es un menor nivel de consumo porque ese ahorro es en sí consumo futuro. De ahí que las decisiones de política económica y de la política en su conjunto son determinantes para la sociedad y su futuro. Tras el derrumbe de la convertibilidad sobrevino otro período de crecientes tasas de inversión entre el 2003 al 2007 alcanzando también niveles de casi 20 puntos del producto. A partir de ahí el stock de capital comenzó un triste proceso de desinversión, con espasmódicas recuperaciones, pero que nunca lograron redimir lo perdido. Sin duda es el gran desafío de este y el próximo gobierno. Deben lograr volver a seducir a la inversión productiva. Más allá de clamores sobre la seguridad jurídica y demás yerbas, porque hay multinacionales que invierten en países con guerras civiles y dramas peores que el argentino, se impone reordenar el modelo de crecimiento, aspirando a desterrar la inflación. En 2021 el PBI crecería por el consumo, sin embargo, el salario real volvería a caer por quinto año consecutivo.