No me molesta que me hayas mentido, sino que a partir de ahora ya no puedo creerte. La frase refleja fielmente el espíritu de la respuesta que los mercados le están dando hoy al Gobierno. El anuncio del Presidente, Mauricio Macri, referido a adelantar los desembolsos del FMI quedó a mitad de camino. Si pretendía ser un mensaje a los mercados para que frenen las ventas de activos argentinos, le faltó precisión e incluso los números concretos del programa financiero y, paradójicamente, cómo se pretende financiar la Argentina de ahora en más. Si el mensaje iba destinado a los argentinos que hoy miran con preocupación al dólar, definitivamente no fue un mensaje para ellos tampoco. Nada se habló sobre el motivo por el cual el peso se devalúa 70% en lo que va del año o por qué la inflación rondará el 40% y la economía perderá el 2%.
Alguien podría decir que el discurso presidencial fue, en esencia, una escueta forma de señalar que se están tomando cartas en el asunto desde el Gobierno. Sin embargo fue, antes que eso, una brutal manera de reconocer que se equivocó el diagnóstico y que las cuentas públicas del país no cierran al punto tal que se piden los adelantos del FMI. También, sirvió para evidenciar que el Gobierno utiliza la figura del presidente como contrapeso lógico de la falta de una conducción económica. Dicho en criollo, se suma legitimidad institucional donde falta destreza en el manejo de la política económica. Por eso los rumores de cambios en el Gabinete.
A partir de allí se dan cita infinidad de preguntas que aún no tienen respuesta. Una de ellas es si la devaluación que está en marcha, es parte de un plan para equilibrar la creciente demanda de dólares con la magra oferta al tiempo que las ventas que realiza el Banco Central tendrían como objeto ofrecerle un precio de salida a los inversores de fondos del exterior que ingresaron el año pasado para posicionarse en bonos cortos del BCRA y el Tesoro.
Por otro lado, nada se dice del impacto inflacionario que una escalada de este tipo puede tener en la economía y el impacto recesivo que ya se evidencia en la actividad, por no mencionar qué puede pasar con la generación de puestos de trabajo («destrucción» es el término que queda mejor) y cómo las falencias económicas van a golpear las pretensiones de reelección del Presidente. El escenario podría agravarse aún más de consolidarse la idea sobre que 2019 podría ser el año del «pato rengo» de Cambiemos. Atención.