El dato de la UCA sobre un millón y medio de nuevos pobres y el inesperado 2,5% de inflación de febrero fueron un duro golpe para el discurso oficial. Los funcionarios defienden su rígida postura en las negociaciones salariales bajo el argumento de un índice controlado y economía en recuperación
Fue un verdadero «jueves negro» para el Gobierno desde el punto de vista de la información política.
La conjunción del índice de pobreza, que mide la Universidad Católica, con el dato de la inflación de febrero tuvo el efecto de una bomba de alto impacto.
Los números dieron peor de lo que preveían incluso los informes más pesimistas y dejaron descolocado al discurso oficial sobre la mejora en la economía.
Pero, además, fue letal el «timing«. Los datos caen justo en el momento en que el Gobierno trata de instalar la idea de que la forma de combatir la pobreza es apuntar todos los cañones contra la inflación, de que se está ganando esa batalla y que la forma de apuntalarla es evitar los desbordes salariales en las paritarias.
Para alguien que enarbola ese discurso, no puede ocurrir nada peor que recibir el dato de que en la Argentina hay 1,5 millón de nuevos pobres desde que arrancó su gestión.
Como si esto fuese poco, la inflación de febrero volvió a mostrar un fuerte repunte: 2,5%, cifra que superó incluso la de los cálculos de los gremios.
Ni bien publicado el informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, abundaron los recordatorios sobre el compromiso de Mauricio Macri acerca de llevar al país a la «pobreza cero«.
Por más que el informe haya recopilado datos hasta septiembre pasado (mes en el que, según la versión oficial, la economía tuvo su punto de inflexión y volvió a crecer) y por más que haya pronósticos de mejora para próximas mediciones, hay un impacto en la opinión pública que resulta inevitable, en un momento de alta sensibilidad.
Y, sobre todo, el mayor desafío para el Gobierno reside en manejar el tema del empeoramiento en el plano de la inflación, ya que este nuevo dato le resta autoridad a los funcionarios en pleno conflicto con los docentes y con una CGT a punto de convocar a un paro general.
El «modelo Vidal«, basado en una suba anual de 18% con cláusula gatillo, que el Ejecutivo pretende generalizar en todas las ramas de actividad, parte del supuesto de que se alcanzará el objetivo de una inflación que no supere el 17% en 2017.
Para lograr ese cometido, el índice debe promediar el 1,3% mensual. De modo tal que la disparada de febrero (2,5% es casi el doble) pone en duda esa posibilidad, justo en una etapa clave para la definición salarial.
Para peor, consultoras muy influyentes en el mercado, como Elypsis, ya anticipan que el registro de marzo también se ubicará por encima de esa cifra promedio de referencia. Pronostican un 2%, influido por la suba de tarifas.
Además, los datos que se dieron a conocer (pobreza e inflación) ponen en duda uno de los grandes argumentos del Gobierno ante la escalada de protestas sindicales.
El día del acto de la CGT ante el ministerio de la Producción, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, blandió el «contra-discurso» que luego fueron repitiendo todos los funcionarios. Según su punto de vista, las protestas son extemporáneas, porque se dan justo cuando la economía empieza a recuperarse, en momentos en que se vuelven a crear empleos genuinos en el sector privado y los precios comienzan a estabilizarse.
A la espera del punto de inflexión
El Gobierno tiene claro que si algo no puede hacer con la medición de pobreza de la UCA es criticarla.
Aun cuando su metodología ha sido cuestionada desde diversos sectores, hay una realidad política indesmentible: este mismo indicador era defenestrado por el kirchnerismo y apoyado por la oposición durante los años en que el INDEC estuvo intervenido.
De manera que, más que poner empeño en relativizar los números, el Gobierno intenta enfatizar el hecho de que los próximos datos marcarán una mejora.
A fin de cuentas, esa ha sido la estrategia comunicacional desde que en septiembre del 2016 se dio a conocer la primera medición del «nuevo INDEC» y Macri pidiera que su gestión se evalúe contra ese dato.
«El índice UCA midió el tercer trimestre 2016. Por suerte en el cuarto trimestre bajó la inflación y este año empezó el crecimiento. Mejoraremos«, aseguró el senador Federico Pinedo.
Aunque no lo dijo, seguramente está confiado en que cuando se conozca el próximo informe del INDEC sobre pobreza -a fines de mes- los números darán mejor que en la primera medición del 2016.
Hasta el sondeo de la propia UCA, en sus conclusiones, deja entrever la posibilidad de que se quiebre la tendencia, dado que se vislumbra una mejora de la economía que la encuesta no llegó a medir.
«Si bien en el segundo semestre se registró una baja notoria en el ritmo inflacionario y, al final del mismo, habría tenido lugar una efectiva recuperación del empleo, hacia el tercer trimestre del año no se evidenciaban cambios significativos en el nivel de actividad ni en la demanda laboral», indica el informe.
Por otra parte, hubo un reconocimiento a la característica estructural de la pobreza, que no es achacable a políticas recientes del macrismo.
«El fenómeno de la marginalidad que experimenta la Argentina no es nuevo«, expresa Agustín Salvia, director de investigación de la UCA, quien destacó que se trata de «una pobreza estructural que tiene como clave la ausencia de mecanismos de empleo».
Pero claro, esas relativizaciones nunca tienen en el plano de la opinión pública el mismo impacto de los números.
Por lo pronto, los guarismos dan cuenta de que:
– La pobreza pasó de 29% a fines de 2015 a casi 33% en el tercer trimestre de 2016
– La indigencia subió de 5,3% a 6,9%. Para estar por encima de ese nivel, una familia debe percibir más de $2.200 al mes
– En cantidad de personas, había 13 millones de pobres hasta septiembre pasado, lo que implica un incremento de 1,5 millón durante el período de la encuesta
No culpes a las tarifas
Si un dato resultó aún más dañino en este momento para la estrategia de comunicación oficial, ése es el de la inflación.
A diferencia de lo que ocurre con la pobreza, no se puede argumentar que esté basado en un período viejo y ya superado por una mejora en la economía.
El dato de febrero es preocupante por un aspecto clave, que va más allá de la elevada cifra o de si «la culpa» la tuvo el ajuste tarifario: el aumento en el rubro alimentos.
En cifras, el alza del segundo mes tuvo como componentes relevantes:
– El tarifazo eléctrico, que encareció un 8,4% el renglón de «Vivienda y Servicios Básicos»
– Educación, que registró un alza del 4%, justo antes del inicio de las clases
– Medicina privada, que marcó un 3,3%, producto de un retoque en los precios ya estipulado
– Alimentos, que subió 2%, cifra que deja abiertos grandes signos de interrogación
La inflación «núcleo» -que no toma en cuenta a los precios regulados por el Gobierno- registró un salto del 1,8%, por lo que acumuló un 3,2% en el primer bimestre.
«Con esos datos sobre la mesa, para cumplir con la meta del 17%, el Gobierno necesita que el índice entre marzo y diciembre promedie el 1,2% mensual«, recuerda el economista Gabriel Caamaño, de la consultora Ledesma.
Por lo pronto, entre enero y febrero, la suba de precios acumula un 3,8%, lo que daría un anualizado cercano al 25%, muy por encima del número que le gustaría al Ejecutivo para los acuerdos paritarios.
A su vez, si sólo se tiene en cuenta a la denominada inflación núcleo, el alza fue del 3,2% en el bimestre y del 20,5% en forma anualizada.
El salto del segundo mes fue adelantado por el Banco Central a comienzos de esta semana cuando, lejos de bajar la tasa de interés de referencia (como forma de «calentar» un poco la economía) la mantuvo en el 24,75% anual.
Federico Sturzenegger sostuvo que había evidencias de una inflación que se resistía a bajar y no solamente por culpa del tarifazo.
Lo más inquietante de lo divulgado por el INDEC tuvo que ver con el encarecimiento de los alimentos, fogoneado por:
– El rubro lácteos (2,8%) en todas sus variantes: leches, yogures, quesos y manteca
– Frutas y verduras, con precios que dependen fuertemente de la estacionalidad
Como contrapartida, se observó cierta estabilidad en los valores de los cortes de carne, lo que ayudó a que la inflación de febrero no se ubicara aún más arriba.
Con estos números, la pregunta de fondo es si Macri persistirá en su estrategia de ir cerrando el agujero fiscal por la vía de eliminar los subsidios gradualmente o si optará por dejarlo para más adelante.
Lo cierto es que, lejos de tratarse de un dato aislado, el alto índice de febrero amenaza con ser el inicio de un repunte.
Para el mes que viene está previsto un ajuste en las tarifas del gas, que el Gobierno ya adelantó que se realizará en tres etapas: una ahora y las otras dos después de las elecciones de octubre.
También está pendiente el alza en el servicio prestado por Aysa si bien, desde el Gobierno, ya deslizan la idea de que se postergaría.
El transporte es otro de los ítem que estará tironeado entre la necesidad de bajar el rojo en las cuentas públicas y la de postergar la toma de medidas impopulares en un año electoral.
La consultora Elypsis, que tiene a dos de sus espadas trabajando en el Gobierno, adelantó un dato preocupante para la Casa Rosada, al menos para el corto plazo:
«Para marzo esperamos un registro cercano al 2% debido al nuevo aumento de la tarifa eléctrica, que tendrá una incidencia de 0.5%», expresan.
En este marco, prevé un índice de precios al consumidor (IPC) del 21% para el área metropolitana y del 20% a nivel nacional para 2017.
Este jueves fue, sin dudas, una jornada de pesadilla para quienes manejan la comunicación presidencial basada en transmitir optimismo y buena onda.
Acaso el día podía haber sido mejor si se hubiese formalizado el anuncio de las nuevas líneas de créditos hipotecarios a 30 años. De hecho, esa era la idea original.
Sin embargo, al Banco Nación le falta dar cumplimiento a algunos pasos formales antes de poder comunicarlas de manera oficial.
La presentación de esta iniciativa -por cierto muy esperada por la clase media- habría ayudado al Gobierno a contrarrestar las malas noticias que llegaron por el lado de pobreza e inflación.
No pudo ser. Ni siquiera le quedó a mano ese anuncio consuelo.