Comprar en una casa de electrodoméstico y pagar a un año sin recargo parece ser un gran negocio, pero si se lee la letra chica la tasa termina duplicando a la inflación real
Con una inflación del 25% anual, comprar un electrodoméstico en algunas de las casas que ofrece la Supercard en 12 cuotas sin interés parece ser un excelente negocio para que los pesos no quemen en el bolsillo y se terminan esfumando al compás del aumento de precios. Sin embargo, si el ahorrista se toma el trabajo de leer la letra chica de la tarjeta ideada por Guillermo Moreno, se dará cuenta que, en rigor de verdad, hay varios costos ocultos que provocan que la tasa de interés pase de ser 0% y termine siendo 60%.
En primer lugar, la Supercard tiene gastos de gestión y administración de cuenta de $ 34 mensuales, siempre cuando el usuario la utilice. En caso de tomar un plan de 12 cuotas, es como si se la usara cada uno de los meses del año, por lo cual la suma da $ 408. A eso hay que agregarle el costo anual por renovación que, si bien se paga en tres cuotas, suma otros $ 151. Por último, el costo financiero total es del 3,6%. Por lo tanto, en una compra de $ 1.000 (ejemplo que toman en la página web de www.Supercardsa.com.ar), significa otros $ 36. Si se suma todo esto da un total de casi $ 600. O sea, la tasa de financiación es del 60%, cuando lo presentan como una promoción especial.
Otra de las novedades del plástico gubernamental es que en la primera compra hacen un 50% de descuento. Si se toma devuelta el ejemplo que dan ellos de una adquisición por $ 1.000, representaría $ 500. Pero no es así. El tope de devolución es de $ 150. Por lo tanto, equivaldría, en realidad, a un descuento de apenas el 15%.
Mejor que no le roben ni pierda la tarjeta porque, de lo contrario, deberá abonar $ 36 extras. Un consejo: mejor no solicite el envío de resumen en papel al domicilio, porque deberá desembolsar $ 12 todos los meses. Mejor que le llegue por correo electrónico y listo.
Claro que el primer paso es ser aceptado por el secretario de Comercio Interior, ya que la tarjeta no es “para todos y todas”. Los menores de 21 años están excluidos, al igual que los mayores de 75. “El gobierno ahora nos exige a nosotros que no podemos discriminar a nadie por edad, mientras la tarjeta del propio oficialismo lo hace. Las reglas de juego deberían ser iguales para todos”, revelan en un banco extranjero.
Lo cierto es que las entidades solían restringir a los mayores de 75 por cuestiones vinculadas al seguro de vida, ya que les deben cobrar una prima mucho más alta por el saldo de vida deudor. Aunque, en rigor de verdad, los bancos se dan vuelta y quienes deben responder son las compañías aseguradoras. “Imaginate que un anciano se compra una heladera de
$ 15.000 tarjeteando en cuotas y al mes siguiente se muere. Es un pagadiós, que alguien debe hacerse cargo, y ese alguien somos nosotros”, dicen los banqueros. “Si una tarjeta está destinada a financiar montos chicos, como el caso de la Supercard, y le cobrás tantas comisiones, el costo financiero total real termina siendo muy alto y, en consecuencia, muy poco conveniente”, admiten fuentes del sistema financiero.