Inquieta al organismo el nivel de subsidios y su relación con el déficit fiscal que se comprometa para este año y los siguientes.
Comenzó el 2021 y esta semana se retoman las negociaciones económicas más importantes que el país debe cerrar en el mediano plazo. El Ministerio de Economía de Martín Guzmán y el Fondo Monetario Internacional (FMI) vuelven a tomar contacto para reiniciar las discusiones para lo que debería ser una Carta de Intención; insumo básico para lo importante: la firma del acuerdo de Facilidades Extendidas Reloaded que el gobierno de Alberto Fernández quiere conseguir antes que termine abril. Los últimos contactos se dieron en la breve semana del 21 al 23 de diciembre; días que sólo sirvieron para poner en claro los capítulos en los que las partes están cerca de una definición, pero también aquellos en los que aún se encuentran lejos. En algunos, incluso muy lejos. La novedad que deberán conversar las partes son nuevas diferencias, surgidas fundamentalmente por cuestiones políticas internas dentro del Gobierno. Fundamentalmente una: las distancias que hay entre el volumen de subsidios a las tarifas de los servicios públicos y su relación directa con el déficit fiscal al que se comprometerá el país para este año y los subsiguientes. Más específicamente, desde el FMI creen que el 2021 podrá ser un año donde la meta pactada se cumpla (4,5% del PBI), pero se cree que para el 2022 y el 2023; de no mediar una baja importante en los subsidios a las tarifas de servicios públicos, será imposible que el desequilibrio entre ingresos y gastos se ubique por debajo del 2% y llegue al fin del ciclo a un empate técnico. Y sin esta certeza, el acuerdo puede peligrar.
El tema tarifas no estaba aún sobre la mesa de discusión entre el Gobierno y el FMI por dos cuestiones. En primer lugar, los negociadores del organismo no están poniendo énfasis en medidas concretas, sino en metas fiscales. Los hombres y mujeres del Fondo no reclamaron ni una reforma previsional ni impositiva, sino que requieren, y son inflexibles, que Argentina debe alcanzar obligatoriamente un superávit fiscal para el momento de comenzar a pagar las cuotas de los u$s44.800 millones que se le deben. La manera en que el país llega a esa situación y el diseño de las medidas que se tomen para ello, es responsabilidad del Gobierno nacional. Sin embargo, el FMI dejó en claro que ese diseño debe ser sustentable en el tiempo. Es allí donde el tema tarifas importa. Para los técnicos del organismo financiero que intervienen en las discusiones con el país, un sendero fiscal sólido para los próximos años solo se sostiene bajo tres ejes: control inflacionario y cambiario, mejora en los ingresos fiscales y, fundamentalmente, en una reducción del gasto en aquellos capítulos donde la estructura macroeconómica del país los convierte en insostenibles. Argentina le dio al FMI una primer señal en este sentido, al haber avanzado en una reforma previsional que divorcia la indexación previsional de la inflación. El segundo paso, debe ser reducir el nivel de subsidios a las tarifas de servicios públicos. Para el FMI, es fundamental que esto suceda para que el plan sea sustentable.
En algún momento entre noviembre y diciembre, el tema había aparecido en las negociaciones; y había dejado un buen clima entre las partes. Argentina se comprometía a analizar, al menos, una indexación tarifaria en 2021 que, al menos, acompañe la inflación acumulada; para, luego, hablar de un plan de subas negociado al largo plazo y que acompañe el cronograma de pagos firmado con el FMI. Sin embargo, desde Washington está la certeza que dentro del propio Gobierno hay diferencias importantes. Y que una parte fuerte del “ala política” descarta cualquier tipo de incremento tarifario que supere el dígito. Como esta división interna del oficialismo sobre el tema tarifas es nueva, los hombres de Washington esperarán a tratarlo de manera directa con los negociadores criollos. Pero, otra vez, serán implacables en conocer una respuesta sustentable.
Dentro de Economía igual hay confianza. El Gobierno a pleno brindó al final del año por un final feliz en la historia, que se festejaría tanto en Buenos Aires como en Washington. Se asegura en ambas capitales que este es el clima con el que la anteúltima semana de diciembre pasado se cerró el diálogo para reabrirlo en estos días. Se sabrá si fue una sensación especial por la buena vibra que siempre genera la finalización de un período, más si se tiene en cuenta que se trataba del fin de un año para el olvido; o de una certeza que las partes podrían llegar este año a un acuerdo importante. La incógnita se comenzará a develar desde esta semana cuando las partes retomen el cronograma preestablecido en diciembre pasado; y que indica que para fines de enero, el contenido básico de la “Carta de Intención” ya debería estar terminado de negociar, al menos en aquellos puntos donde las distancias se puedan cerrar, y sólo con discusiones económicas y financieras abiertas. Para los temas con resolución política en los más altos niveles del Gobierno nacional y la cúpula del FMI que encabeza Kristalina Georgieva; habrá que esperar a febrero.
Fuente: https://www.ambito.com/economia/tarifas/la-primera-preocupacion-del-fmi-negociaciones-2021-n5160080