Cerró un primer semestre complicado para los inversores (en particular, los locales), en un marco en el cual la exposición al riesgo argentino pareció pasar de ser la más atractiva, al patito feo o la cenicienta después de la medianoche.
No fueron tiempos fáciles, y eso está claro cuando se hace el balance de lo que pasó. Sin embargo, quizás lo más relevante a esta altura, es entender que la coyuntura no cambiará por arte de magia con el cierre de los primeros seis meses. En otras palabras, pensar hoy en un segundo semestre fácil para el inversor es, simplemente, ingenuo. La recomendación de cautela no sólo no se abandona, sino que se remarca con mayúscula, negrita y subrayada.
No hay que ser muy analítico para saber que los temas que ocupan (y tensionan a los inversores) se arrastrarán a la segunda parte del año. La semana que terminó dejó una señal negativa si se parte de la base de que una de las condiciones para pensar en una recuperación de los activos financieros, era la estabilidad del mercado de cambios. La incertidumbre es un enemigo más que complicado (por no decir, el peor) cuando lo que existe es una crisis de confianza. Retroalimentar las expectativas negativas en un escenario de este tipo es sumamente fácil; demasiado.
El salto en el tipo de cambio, si se toma como referencia el BCRA3500, fue de poco más de 6%, cerró a $28,86 y se explica, básicamente, por las dos últimas ruedas. Llegó incluso a mostrarse muy cerca de $ 30 en las pantallas minoristas, en una rueda que además no fue gratis en términos de reservas: costó unos US$450 millones. En el semestre, la devaluación se ubica muy cerca de 54 por ciento.
En este marco, lo que dejaron las otras variables no fue nada positivo. El Credit Default Swap, como medida de riesgo, se disparó a un nuevo máximo en 450 puntos (con una suba de más de 50 puntos en la semana y acumulando más de 215 puntos en el año). Los títulos en dólares cayeron en la semana hasta 9%, con los de mayor duration como los más perjudicados, lo que llevó a un escalón más arriba los rendimientos. Se habla de Tires de entre 5,5 a 9,8% para los bonos que vencen entre abril del año próximo y el 2048. El castigo en el año, medido por retorno total, es de hasta 25 por ciento.
En la renta variable, un Merval que terminó en 26000 puntos, acumuló una nueva caída de 13,9% en la semana y las acciones líderes se desplomaron hasta 26%. En dólares, el rojo fue cercano a 20%, con pérdidas de hasta 32%. Sectorialmente, los bancos y las compañías reguladas (eléctrica y gasíferas) con ponderaciones del orden del 28% y 24% dentro del Merval, respectivamente, perdieron en promedio un 20 y 23 por ciento.
Desde los máximos del año (en enero), el índice pierde más de 26% en moneda local y más del 50% en dólares. En esta última, el Merval perdió toda la ganancia acumulada desde mediados de 2016.
Ahora bien, la pregunta – que quizá ayude para no sentirse tan mal- apunta a qué parte de esta caída se puede explicar por la coyuntura externa, de la que hay que hacerse cargo. Es decir, no se le puede echar la culpa a nadie. Acá, hablar de probabilidad es poco serio, o al menos muy subjetivo, por lo que lo más claro y simple es hablar de números.
Qué pasa si se miran, por ejemplo, los tres mismos datos para Brasil: dólar, bonos y acciones. El real se devaluó en la semana poco más del 2% (contra el 6% del peso), y en el año un 17%; el CDS de Brasil a 5 años sólo ganó 4 puntos en las últimas cinco ruedas con un spread contra Argentina que se amplió de 132 a arriba de 180 puntos; y si se mira es el Bovespa -el índice líder de acciones- el comportamiento luce bastante mejor que el observado en el Merval. En la semana terminó levemente positivo. Desde los máximos del año, en tanto y en dólares, la caída es del 30%contra más de 50% del índice local.
En conclusión, la excusa externa sirve sólo en parte. Si bien es real, y en eso sí que no hay dudas, el escenario externo no luce despejado para los emergentes en general, y desde esa base se debe partir para el semestre que comienza. De la mayor vulnerabilidad -y en consecuencia, del sobrecastigo al riesgo local- hay que hacerse cargo. El punto, quizás más preocupante, es que no es menor. Parte del problema se puede explicar o convalidar por una cuestión de flujos (donde quizás la Argentina esta sobrecargada) o fundamentals. Los mayores argumentos están sobre lo primero, pero la realidad es que tampoco existen hoy catalizadores positivos que permitan pensar que este escenario podría revertirse de forma rápida.
La confianza es la clave. Perder este atributo es más fácil que reconstruirlo. Igual siendo optimistas, en tiempos complejos y volviendo al principio de la nota, pensemos que al final la Cenicienta se casó con el príncipe y vivieron felices por siempre.