Las agencias de rating son organismos encargados de evaluar la solidez financiera de un Estado o de una empresa, calificando a cada uno con una nota concreta según una escala preestablecida. Las calificaciones crediticias intentan reflejar la capacidad de pago de las deudas emitidas por parte de empresas y gobiernos. Para ello, las agencias se basan tanto en factores cuantitativos y cualitativos.
El principal objetivo de estas calificaciones es ofrecer al inversor una base sobre la cual orientarse a la hora de comprar productos financieros, especialmente acciones y bonos de deuda. Esta información resulta de gran utilidad al inversor puesto que le permite conocer el riesgo que existe de perder su dinero cuando adquiere un determinado producto financiero. Sin embargo, no debe perderse de vista que los ratings son opiniones de expertos que no deben verse como medidas absolutas sino más bien como medidas relativas de riesgo: una calificación AA es mejor que una calificación A, pero de ninguna manera quiere decir que una es buena y otra es mala.
Existen distintas agencias de rating, pero hay tres que se destacan por sobre el resto por su larga trayectoria: Standard &Poor’s, Moody’s y Fitch. Standard &Poor’s, hoy perteneciente al grupo McGraw Hill, fue fundada en 1868; Moody’s en 1900, y; Fitch en 1913. Hoy en día entre estas tres agencias cubren mediante sus análisis a más de 130 países, 12.500 empresas y casi 200.000 emisiones de deuda.
El pasado 17 de marzo Moody’s decidió recortar la calificación crediticia de Argentina hasta Caa1 desde B3, luego de haber mantenido por un tiempo la calificación con perspectiva negativa. Esta decisión se debió principalmente a dos factores:
En primer lugar, por la caída de las reservas oficiales, que actualmente se encuentran por debajo de los 27.500 millones de dólares, cuando en 2011 llegaron a un máximo de 52.700 millones. La fuga de capitales, la disminución del superávit comercial y el difícil acceso al mercado de crédito internacional han contribuido a esta merma en las reservas.
En segundo lugar, el entorno político ha sido señalado como factor de preocupación por parte de Moody’s. La agencia entiende que la coyuntura política ha sido el detonante de la alta inflación, la depreciación de la divisa local, la fuga de capitales y la desaceleración económica. Además también cita al déficit fiscal, la crisis energética y los desafíos de negociación de paritarias como otros factores de riesgo. Bajo este escenario ve difícil revertir la pérdida de reservas en los próximos dos años.
El nuevo rating asignado por Moody’s (Caa1) se enmarca dentro de aquellas obligaciones para las cuales existe una posibilidad actual percibida de incumplimiento de pago. El repago oportuno del principal y los intereses es dependiente de condiciones favorables.
En línea con esta rebaja de rating, unos días después Moody’s recortó las calificaciones de provincias, municipios y 19 bancos argentinos. Naturalmente todo emisor domiciliado en Argentina tiene una alta correlación con el riesgo de las emisiones del país, producto de los vínculos institucionales y financieros que estos emisores tienen con el gobierno federal.
Una rebaja de rating nunca es bien recibida, pues implica un mayor riesgo por parte de un emisor o una emisión. Esto se traduce generalmente en mayores tasas de interés a ser afrontadas por los emisores, al reducirse la certeza de repago de sus obligaciones.
Si se analiza el rating de Argentina en términos comparativos con las demás economías latinoamericanas el panorama es muy desalentador. Ningún país tiene un rating igual o inferior al de Argentina, ni siquiera Venezuela, Ecuador o Bolivia. En otras palabras, la inversión en deuda argentina es la más especulativa en términos de bonos soberanos latinoamericanos.
Recientemente Brasil también sufrió una rebaja de rating: el lunes 24 de marzo la agencia Standard &Poor’s recortó su rating en un peldaño hasta BBB-, el último nivel dentro de la categoría Investment Grade.
El problema de Argentina es grande: los mercados internacionales no confían en su capacidad de pago, a pesar de los innumerables esfuerzos que viene haciendo el Gobierno Nacional este último año por brindar mayor certidumbre. La consecuencia directa de esta falta de confianza no solamente es la mayor tasa de interés que deben pagar las emisiones soberanas y de empresas argentinas, sino también el limitado acceso al mercado de deuda internacional en un mundo inundado de liquidez. Ejemplos sobran: Mexico emitió recientemente un bono a 100 años en libras esterlinas; Paraguay y Bolivia han colocado deuda en Nueva York a 10 años al 4,625% y 4,875% respectivamente, y; Uruguay emitió bonos a 33 años al 4,125%. Por el contrario, los bonos argentinos más negociados (Boden 2015 y Bonar X) pagan un 7% anual y cotizan bajo la par.
¿Podrá Argentina en algún momento retornar a los mercados internacionales, financiándose a largo plazo y a tasas bajas? El Gobierno quiere, pero aún faltan muchos frentes por cubrir antes de poder realizar una emisión de estas características. Y los ratings son un fiel reflejo de ello.