Las entidades monetarias son un invento para financiar el exceso de gasto público de los gobiernos y para pretender resolver en forma artificial los problemas de la economía real
Por Roberto Cachanosky
Basta con revisar las grandes crisis financieras y bursátiles de la historia para advertir que todas son producto de los manejos arbitrarios que hacen los bancos centrales del tipo de cambio y de la tasa de interés.
Muchos economistas le atribuyen la culpa al patrón oro por la crisis del 30. La realidad es que ya en 1915, cuando fue hundido el Lusitania por los alemanes y se interrumpió el transporte de oro, Inglaterra y otros países, salvo Estados Unidos, abandonaron el patrón oro, lo que les permitió financiar los gastos de la Gran Guerra con expansión monetaria.
Luego de la Gran Guerra, en 1922, se reunieron en Génova un grupo de expertos en temas monetarios para ver cómo volver al patrón oro, pero los desequilibrios fiscales de todos los países complicaron el tema. Así, se abandonó el patrón oro y se pasó al patrón de cambio oro.
La diferencia entre ambos fue que solo dos países quedaron sujetos al patrón oro: Estados Unidos e Inglaterra. El resto de los países tenían bancos centrales que podían tener en sus reservas oro, dólares o libras esterlinas contra las cuales emitir sus monedas. Además, los bancos centrales podían emitir contra títulos públicos y privados.
De esta manera, se flexibilizaba la política monetaria de los bancos centrales que podían expandir moneda y no someterse al rígido sistema del patrón oro puro.
Estados Unidos no escapó a esta tendencia a manipular la tasa de interés. A partir de 1924, la Reserva Federal aplicó una agresiva política de reducción de la tasa de interés. La idea era depreciar el dólar y con eso facilitar las exportaciones norteamericanas.
La FED compró títulos públicos en el mercado expandiendo la base monetaria, también compró títulos privados y aplicó una masiva política de redescuentos.
Todo esto llevó a un auge bursátil al punto que el índice de precio de las acciones pasó de 90,7 en 1924 a 260,2 en 1929. Un aumento en el valor de las acciones que no se correspondían con el avance de la productividad de la economía.
Cuando la FED dio marcha atrás con la baja de las tasas de interés, el auge bursátil se derrumbó y se vio que el rey estaba desnudo: apareció la crisis de octubre de 1929.
Las políticas de tasas de interés artificialmente bajas llevan siempre a una errada asignación de recursos.
Los empresarios e inversores en el mercado bursátil toman créditos a tasas artificialmente bajas porque ven un auge de actividad, particularmente en consumo e inversión. Los que invierten en la bolsa se sienten cada vez más ricos porque los papeles en que invirtieron suben en forma acelerada. Hay un efecto riqueza que los lleva a consumir más e invertir más. Se produce un círculo virtuoso en el que todo está en auge.
Cuando por las políticas monetarias expansivas, vía tasas de interés bajas, aumenta la inflación y los gobiernos quieren frenarla es cuando dan marcha atrás y los bancos centrales suben la tasa de interés.
Cuando suben la tasa de interés se ve que el rey está desnudo y los que hicieron ganancias fáciles en el mercado bursátil desarman sus posiciones generando una suerte de ”efecto puerta doce”. Todos quieren salir al mismo tiempo y se produce una avalancha que termina en una masacre.
Lo mismo ocurre en el mercado bursátil. Solo se salvan los que se anticipan y salen antes. Es decir, realizan la ganancia y salen mientras el resto quiere seguir devengando utilidades y lo único que están haciendo es devengar futuras pérdidas por pura ambición de ganar más y más. Es como el caso del jugador compulsivo.
En Argentina hemos visto este arbitraje tasa-dólar –u otros activos– infinidad de veces.
El caso típico fue el de 1989 cuando estalló el Plan Primavera. El gobierno mantuvo la tasa de interés como zanahoria para que la gente vendiera dólares y se colocara a tasa, apostando a que los intereses le iban a ganar al dólar.
El día que el BCRA ya no pudo vender más dólares para evitar una corrida cambiaria y financiera, se terminó la magia de la tasa de interés. En el 2001 ocurrió algo parecido. Cuando los bancos veían que se les iban los depósitos en dólares subían la tasa de interés para retener a los inversores.
No había que ser una mente brillante para ver que esa tasa de interés real en dólares no era compatible con la actividad económica. Ni el narcoterrorismo podía pagar esa tasa de interés.
Si la tasa de interés no es consistente con la actividad económica, seguro el BCRA se está comprando un problema. Si la tasa de interés es muy alta en términos reales, la pregunta es: ¿a quién le presta el banco los fondos de los ahorristas para que después se los pueda devolver?
Con la tasa de interés súper baja pasa lo mismo. La tasa de interés es lo que pide alguien para prestar su ahorro. Es decir, sacrifico consumo presente por mayor consumo futuro. Ese mayor consumo futuro es la tasa de interés que paga el banco o quien pide prestados esos ahorros.
Si la tasa de interés es tan baja que no permite tener un mayor consumo futuro, o ese mayor consumo futuro es marginal, hay algo que no cierra y es para desconfiar.
Este último fue el caso de Japón y el de tantas otras crisis. En algún momento el Banco de Japón iba a subir la tasa de interés y eso iba a generar una crisis como la que estamos viendo.
En síntesis, todas las crisis financieras y cambiarias que uno puede revisar de la historia son producto de las manipulaciones que hacen los bancos centrales del tipo de cambio y/o de la tasa de interés.
Recordar el caso de la crisis de septiembre de 1992 en que el Banco Central de Inglaterra perdió la mitad de sus reservas en una sola tarde por pulsear contra el mercado. En particular contra George Soros.
Los bancos centrales, que vinieron a reemplazar a las cajas de conversión a oro, son un invento para financiar el exceso de gasto público de los gobiernos y para pretender resolver en forma artificial los problemas de la economía real. Por eso se fijan como meta el nivel de actividad económica o la tasa de desocupación. No se ocupan de preservar el valor de la moneda. Se ocupan de algo que no les corresponde: tratar de generar una asignación de recursos que es función del mercado y para eso manipulan la tasa de interés y los tipos de cambio.
Esa intromisión termina en estas crisis que estamos viendo hoy en Asia y que se extenderá al resto del mundo. No sabemos hasta dónde llegará.