El debut del nuevo esquema planeado con el FMI presentó problemas. Ahora quieren que el tipo de cambio fluctúe, pero con menos volatilidad
El salto que tuvo ayer la divisa encendió luces amarillas. Hubo muy bajo volumen durante la rueda cambiaria, pero una orden final de USD 50 millones alcanzó para hacer subir el dólar hasta $ 26,44 en el promedio de los bancos minoristas, finalizando casi 50 centavos por encima del viernes. En el equipo económico no pasó desapercibido y tomaron este incremento como una señal de alerta. «No podemos seguir permitiendo que el tipo de cambio tenga saltos tan bruscos, mucho menos con montos mínimos», señalaron ayer a Infobae desde despachos oficiales.
El acuerdo con el FMI anunciado el jueves significó un cambio en la forma en que el Gobierno actúa frente al mercado cambiario. Una de las premisas es que el Banco Central deja de tener intervención, salvo casos extremos. Y de hecho tiene un compromiso de mantener un nivel determinado de reservas netas, aunque aseguran que los USD 49.600 millones que posee están muy lejos de ese piso exigido.
El viernes mismo, ni bien se anunció el acuerdo, el Central retiró de las pantallas la oferta diaria de USD 5.000 millones que venía sosteniendo en el mercado y automáticamente el dólar superó los $ 25. El problema es que en apenas dos jornadas saltó casi un peso y medio.
El Tesoro, por lo tanto, pasa a ser el principal y único protagonista del mercado cambiario en lo que respecta a la postura oficial. Sin embargo, ni el viernes ni ayer actuó, dejando que el tipo de cambio se estabilizara un escalón por encima del nivel que había salido a defender previo al acuerdo con el FMI. Es el ministro de Finanzas, Luis Caputo, quien ahora definirá en qué momento sale a vender las divisas que precisa para salir a cubrir el agujero fiscal en moneda local.
El acuerdo con el FMI establece que el valor del dólar debe estar fijado de acuerdo a la oferta y demanda del mercado. En el Gobierno están dispuestos a respetar esta premisa, pero al mismo tiempo reconocen que el movimiento debe ser mucho más suave de lo que se viene observando desde que comenzó la corrida cambiaria, a fines de abril.
Por eso, la idea a partir de ahora en el Gobierno es estar mucho más atentos para evitar saltos discretos del tipo de cambio. En una economía tan dolarizada, estos aumentos del dólar generan varios peligros. El primero es el impacto en los precios, pero también despierta más demanda de parte de aquellos inversores que temen que se dispare más. Y por otra parte retrae a los consumidores, porque aumenta el nivel de incertidumbre.
El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, enfatizó ayer ante economistas de bancos con los que estuvo reunido que ahora habrá mayor coordinación entre las distintas áreas del equipo económico. Sobre todo luego del acuerdo con el FMI. Sin embargo, en la órbita del tipo de cambio quedó en evidencia que aún hay que apretar un poco los mecanismos.
Los dólares que en breve girará el FMI como parte del crédito «stand-by» acordado le darán un enorme margen de maniobra al Tesoro, que tendrá muchas divisas para aumentar la oferta en el mercado. Mientras tanto, el desequilibrio de una demanda que no está pareja con la oferta sólo genera más aumentos de la divisa.
En este escenario, es razonable esperar que el Tesoro retome su intervención como venía haciéndolo hasta mediados de la semana pasada. Pero ya no para evitar que se mueva el dólar, sino para que el movimiento sea mucho menos brusco.
Con una inflación cercana al 3% en mayo producto de la devaluación, y un recorrido que sería parecido en junio, está claro que el aumento del tipo de cambio sólo le echa más nafta a los precios. Y pone más obstáculos al proceso de desinflación al que se compromete el BCRA ante el FMI.