El equipo económico cree que el descenso será mucho más drástico de lo que esperan los analistas. «Estará mucho más cerca del 15% que del 20% en 2018», aseguran
Si algo aprendió Mauricio Macri luego de sus primeros dos años como Presidente es a no subestimar el problema de la inflación. En su discurso ante la Asamblea Legislativa ya dejó de lado la promesa de llevarla a un dígito, pese a que la meta del 2019 es que bajará al 10%.
Optó por un mensaje mucho más austero que en el pasado: la inflación de este año será menor a la del año pasado y la de 2019 menor a la de 2018. El objetivo que importa ahora es mostrar una tendencia a la baja a lo largo de los años, aunque se tarde más en llegar al dígito o mejor aún a valores internacionales aceptables (es decir entre 3% y 5% anual como mucho).
Los números de febrero por supuesto que no son alentadores en ese sentido. El consenso es que el índice de inflación minorista se ubicará en torno a 2,5%. La «núcleo», que deja afuera los aumentos de precios estacionales y regulados (tarifas), habría saltado hasta 2%, según el último relevamiento publicado por la consultora Elypsis. Este repunte impidió al Banco Central retomar la baja de tasas en su reunión de Política Monetaria del martes.
Ahora todas las miradas se centran en la próxima reunión, el 13 de marzo. Un día después, el 14, el Indec divulgará el dato oficial, pero no se esperan grandes sorpresas: febrero sería el mes de mayor inflación del año. Al menos de eso están convencidos en el Gobierno, pero es una estimación que también comparten la mayoría de los privados.
Pronósticos divergentes
Pero allí terminan las coincidencias entre las estimaciones de inflación de los consultores económicos y las que realizan en el Gobierno, compartidas por el Banco Central.
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), que divulgó el Gobierno el viernes, el cálculo sobre inflación esperada para todo el 2018 sigue en aumento, del 19,4% al 19,9%, medio punto en sólo un mes. «Se trata de la décima revisión consecutiva al alza para este período», reconoció en su informe la entidad que preside Federico Sturzenegger.
Pero en el equipo económico tiene otra mirada: «Puede ser que no se cumpla otra vez con la meta, pero la inflación va a terminar mucho más cerca del 15% que del 20% que creen hoy los economistas». Inflación más baja que el año pasado y crecimiento por segundo año consecutivo. Se trata de objetivos que pueden lucir módicos, pero desde el punto de vista oficial serían el punto de partida para un plan sustentable en los próximos años.
¿Sirve sostener la meta del 15% cuando casi todo el mundo piensa que no se va a cumplir? La respuesta de un integrante del ministerio de Hacienda es reveladora en este punto: «Yo a mi hijo antes de un examen le digo que estudie para sacarse un 10. Si después viene con un 8 lo felicito igual, no importa si no llegó al puntaje ideal».
«Lo peor ya pasó»
Utilizando la expresión de Macri el último jueves, tanto en el BCRA como en el Ministerio de Hacienda creen que en materia inflacionaria «lo peor ya pasó». Después del salto de enero, es razonable esperar –argumentan- un proceso de desinflación muy marcado, especialmente después de abril.
En el Gobierno, además, discuten la idea de que el cambio de metas del 10% al 15% es lo que provocó un aumento de las expectativas de inflación para el año. «En realidad, lo que está detrás de ese aumento de la inflación esperada es que el ajuste tarifario que estamos implementando fue mucho más rápido de lo que esperaban los consultores», razonan.
La otra razón, reconocen, es que el salto del dólar desde diciembre hasta ahora estuvo fuera de todo pronóstico previo. El propio BCRA reconoció en su último comunicado que el salto cambiario tuvo un impacto, reflejado en el salto de la inflación mayorista y puntualmente en los precios de los productos importados.
Pero luego del alto número de febrero, el argumento oficial es que hay muchas causas para ser optimistas y arriesgan: «No sería raro que en el segundo semestre tengamos meses de inflación del 1%». En ese sentido, el recorrido sería más parecido al 2016 que al 2017: un fuerte aumento en los primeros meses, pero una notable desaceleración de los precios en la segunda parte del año.
Desinflación en marcha
¿Hay realmente motivos que permitan ser optimistas en relación a un proceso de desinflación mucho más marcado en la segunda parte del año? El Gobierno maneja una serie de argumentos que avalarían esta expectativa, entre los que se pueden mencionar los siguientes:
- Después de abril prácticamente no hay ajustes tarifarios previstos hasta fin de año, más allá de algunos que tendrán poca incidencia en el índice de inflación. Los más relevantes serían el del agua y otro aumento del transporte en junio. Esto significa que la mayor parte de los incrementos se está produciendo ahora.
- El dólar ya tuvo un salto significativo y se recuperó notoriamente el tipo de cambio real, que volvió a los niveles de abril de 2016. Ahora alcanzaría con un ajuste que como mucho siga a la evolución de la inflación, por lo que no sería lógico esperar grandes ajustes adicionales.
- Los aumentos salariales que se vienen negociando en las paritarias están muy en línea con la inflación esperada. En el sector público la mayoría de las provincias está cerrando en 15% y muchas por debajo. Y en el sector privado se viene evitando la cláusula gatillo, que fue reemplazada por acuerdos de revisión en octubre. De esta forma, cualquier incremento salarial para equiparar la inflación se estaría dando hacia fin de año o principios de 2019.
- El Banco Central seguirá manteniendo una política monetaria restrictiva. Si bien se esperan nuevas bajas, las tasas seguirán unos 5 puntos por encima de la inflación esperada. Por otra parte, en los próximos meses habrá menos venta de dólares del Tesoro al BCRA, por lo que se la expansión monetaria, actualmente en el 30%, podría desacelerarse gradualmente.
- Más allá de que el grueso del aumento tarifario se concentrará en el primer cuatrimestre, hay otros ajustes que se produjeron a principios de año que no serán mucho más moderados. El caso más concreto es el de las naftas, que tiene un fuerte efecto de derrame en otros sectores por ejemplo el costo de transporte. Desde YPF indicaron que luego del fuerte aumento de principio de año (5% en enero y 3,5% en febrero) el precio local ya está parejo con la paridad de importación, por lo que no hay nuevos ajustes a la vista. Y los que se puedan producir por la suba del dólar o del barril de petróleo difícilmente superen a la inflación en los próximos seis a ocho meses.
Este proceso de desinflación del segundo semestre se acentuaría el año que viene. Y el ala económica le hizo una proyección que iluminó los ojos del Presidente: «La inflación anualizada del último trimestre del 2019, justo en el período de elecciones presidenciales, ya estará en niveles de un dígito».