La estrategia del equipo económico es mantener el dólar estable y aprovechar las restricciones cambiarias para impulsar las alternativas en moneda local. Así se busca llegar a las elecciones de octubre. Se replica casi a la perfección el esquema de cepo cambiario que estuvo vigente entre 2012 y 2015
Aunque en su campaña presidencial, Alberto Fernández criticó la “timba financiera” del gobierno de Mauricio Macri, la imperiosa necesidad de estabilizar el mercado cambiario también le está dando una muy buena oportunidad a los inversores de conseguir fuertes ganancias de corto plazo. Aunque no se trata de un “seguro de cambio”, la presión del Gobierno para mantener un dólar estable favorece las colocaciones en pesos, ofreciendo fuertes ganancias para los inversores.
En los últimos tres meses hubo en realidad un efecto combinado entre la ganancia obtenida por inversiones en pesos y al mismo tiempo la caída nominal del dólar, que fue cayendo gradualmente desde los máximos de $ 190 hasta $ 140. Y aunque es cierto que nadie asegura que el tipo de cambio se vaya a mantener estable o con movimientos leves de ahora en más, lo que sí está claro es que el Gobierno tiene un gran incentivo para mantenerlo lo más controlado posible. Una fuerte suba de la divisa generaría más incertidumbre y también mayor presión inflacionaria, justo cuando el Gobierno está intentando alinear las variables para que la inflación empiece a bajar luego del pico del 4% de diciembre y enero.
El esquema actual es prácticamente idéntico al que estuvo vigente entre 2012 y 2015, en el segundo mandato de Cristina Kirchner. El cepo actual se fue endureciendo hasta llegar a una situación muy parecida a la de aquella época, incluyendo un dólar controlado (aunque en aquella época mucho más bajo en términos reales que el actual), mientras que las tasas de interés se ubicaban por debajo de la inflación. El incentivo a quedarse en pesos en aquel momento no estaba dado por los rendimientos, que de hecho no eran tan bajos, sino por cierto grado de certeza de que las tasas le ganarían al tipo de cambio.
Ahora se da un escenario parecido. La tasa de plazo fijo es de 38% anual, aunque la inflación anualizada corre al 55% y el mercado espera que culmine el año entre 45% y 50%. Sin embargo, se trata de un rendimiento que puede resultar muy atractivo si el tipo de cambio cae o incluso si se mantiene relativamente estable. En definitiva, lo que el inversor privilegia es la ganancia en “moneda dura” y no evalúa si mantiene o no el poder adquisitivo por causa de la inflación.
Este comportamiento de pasarse a pesos para aprovechar la tranquilidad del dólar da lugar a una “bicicleta financiera” que ya existió muchas veces en la Argentina. En términos más sofisticados se trata de la operatoria de “carry trade”, que tanto se criticó durante la gestión de Macri, a partir de los elevados rendimientos de las Lebac en pesos.
El problema de estos esquemas es siempre el mismo. El tipo de cambio comienza a atrasarse ante una inflación que no cede lo suficiente y en algún momento debe sincerarse. Pasó en enero de 2014, en pleno cepo de Cristina, y también en 2018 en la segunda parte del gobierno de Cambiemos. Esa dolarización termina presionando fuerte sobre el tipo de cambio, se produce una suba de la tasa de interés y hay también un impacto en los niveles de actividad económica.
Justamente el cepo cambiario procura que ese proceso de dolarización se produzca en forma más suave y que haya importantes trabas para hacerlo, en especial para empresas, fondos comunes de inversión y compañías de seguros. Los inversores institucionales están así “condenados” a permanecer en moneda local.
Además de los plazos fijos en pesos, hay otras “variantes” que van ganando peso en el mercado, como los depósitos indexados por UVA, que ajustan por inflación más una tasa del 1% anual. Los bancos no las publicitan pero están obligados a ofrecerlas en el menú de opciones de inversión. Estas colocaciones están creciendo a partir de la búsqueda de inversores que buscan posicionarse en pesos pero además no perderle pisada a la inflación.
De la misma manera, en el mercado local también se pueden invertir en bonos emitidos por el Tesoro y por empresas. Algunos tienen tasa fija, pero también pueden ajustar por la evolución de la tasa de interés de mercado (pero hoy son menos buscados), por la evolución de la inflación (CER) o por tipo de cambio. Para inversores menos sofisticados, la mejor opción son los fondos comunes de inversión que invierten en renta fija en pesos, que ofrecen todo tipo de alternativas.
En los últimos tiempos quienes se animaron a posicionarse en pesos consiguieron retornos de 10% mensual en dólares o incluso más. Pero, claro, la ganancia pasada no es sinónimo de poder repetirla en el futuro.
En general, las sociedades de Bolsa recomiendan a los pequeños y medianos inversores manejaron con cautela. Básicamente porque no hay certeza sobre la evolución que pueda tener el tipo de cambio financiero, básicamente el dólar MEP y el “contado con liquidación”.
Tanto el Banco Central como ANSES estuvieron vendiendo bonos dolarizados para mantener el tipo de cambio a raya y consiguieron el objetivo. Ahora ambos organismos no estarían interviniendo, pero se mantuvo el mismo comportamiento: se deprimen las paridades de los bonos aunque el tipo de cambio se mantiene tranquilo.
En el corto plazo no parece haber grandes peligros sobre un cambio en esta dinámica. Además, en marzo estarían ingresando los dólares de quienes tienen que pagar el impuesto a la riqueza y eso generaría más venta de bonos dolarizados y por ende el dólar no debería sufrir mayores sobresaltos. Y más adelante en el calendario también se espera el ingreso de los dólares de la cosecha, que también ayudaría a mantener a la divisa a raya, favoreciendo las opciones en moneda local.