El Central perdería en los próximos meses casi todas las reservas que acumuló en la primera parte del año. Ahora buscan que no aumente más la brecha cambiaria, pero con impacto en el dólar libre. Un cepo más duro.
El primer semestre dejó un saldo positivo para el Banco Central. La entidad compró USD 6.500 millones en el mercado cambiario y acumuló un poco más de USD 3.000 millones de reservas. Pero no resultó suficiente. Para los meses preelectorales se esperan fuertes presiones sobre el dólar y el poder de fuego del Gobierno es sumamente acotado. En un contexto de fuerte desconfianza y falta de rumbo económico, el final ya es conocido: la Argentina se volverá a quedar sin dólares.
Más rápido que lo esperado, el equipo económico empezó a definir medidas que procuran mantener cierta tranquilidad cambiaria al menos hasta las elecciones. Como los dólares líquidos que conserva el Central no alcanzan a contener la presión dolarizadora, la fórmula para contener las presiones pasa por más restricciones.
La Comisión Nacional de Valores definió nuevas trabas para operar con bonos, que entran mañana en vigencia. Se trata del vehículo que utilizan los inversores para pasarse de pesos a dólares por vías legales. El “contado con liquidación” pasó de $ 140 a $ 170 en poco más de dos meses, en medio de un contexto sumamente favorable para la Argentina, con la soja llegando a los USD 600 y fuerte ingreso de divisas de los exportadores cerealeros.
Las medidas adoptadas aumentan los días de “parking”, es decir que los inversores tardarán más tiempo para dolarizarse. Pero como esto no es suficiente en medio de la presión cambiaria, también se definieron cupos estrictos de compra de bonos para evitar esta operatoria.
Otra vez sopa
En otras palabras, el Gobierno apela nuevamente a fuertes medidas restrictivas para contener la dolarización. Desde el equipo económico aseguran que el tipo de cambio oficial a $ 95 es suficiente para mantener la competitividad. Sin embargo, a $ 170 sigue habiendo más compradores que vendedores. La sensación en el mercado es que se trata de un tipo de cambio que puede lucir alto, pero sigue estando barato para los altos niveles de incertidumbre.
La consecuencia de esta maniobra es que las nuevas trabas para operar en el mercado bursátil podrían disparar el precio del dólar libre, que venía acompañando de cerca la evolución del “contado con liquidación”. “Estas medidas demuestran que tienen escasas reservas y mucha vocación por intervenir”, explicaba ayer al mediodía el analista financiero Salvador Distéfano.
En las últimas semanas el volumen de operaciones con el bono AL 30, surgido del canje de deuda, había aumentado exponencialmente. Se trata del título que utiliza el Banco Central para salir a calmar la presión cambiaria y evitar que siga aumentando la brecha, que ya está cerca del 75%. Ahora se dispuso un límite de compra semanal de apenas USD 50.000 por inversor.
Preocupación por la brecha
Un informe de Consultatio advirtió sobre el cierre de semana la preocupación por la suba de la brecha y preanunciaba las últimas medidas: “Es peligroso que siga creciendo por encima del 80%, porque generaría un impacto negativo sobre otros activos”. Claramente cada vez que se produce este fenómeno aumentan las presiones para que se produzca una devaluación, algo que el Gobierno quiere evitar a toda costa por lo menos hasta las elecciones.
La misma Consultora planteó un panorama negro desde el punto de vista del comportamiento cambiario. El Banco Central, según esas estimaciones, se vería obligado a vender unos USD 4.000 millones en el mercado cambiario entre julio y noviembre. Esto se explica porque bajará sustancialmente la liquidación de divisas del campo y crece la demanda de divisas de parte de importadores, empresas que precisan pagar deuda y los compromisos del Gobierno con organismos. Por el lado de la balanza turística el efecto es marginal por la escasa cantidad de argentinos que están autorizados a viajar al exterior.
Otro cálculo corrió por cuenta del economista Pablo Goldín, de la consultora Macroview: “El Gobierno tiene unos USD 7.000 millones de reservas netas, pero están muy comprometidas en los próximos meses. Así que lo único que le queda es endurecer más el cepo, seguramente restringiendo importaciones o los pagos de deuda a las empresas, que ya se habían acotado desde fines del año pasado”.
En definitiva, en los próximos meses habrá todo tipo de “artillería” para contener o demorar una nueva crisis cambiaria. Más cepo, fuertes controles a la operatoria con bonos y venta de contratos de dólar futuro para aplacar la demanda en el mercado oficial.
Le pasó a Cristina Kirchner en su segunda presidencia y le pasará también ahora a Alberto Fernández. El cepo cambiario demora la crisis, pero no evita que al final el Banco Central se quede sin reservas. Así como el Muro de Berlín no evitaba la fuga de alemanes del Este, que siempre encontraban alguna escapatoria y lo derrumbaron, las restricciones cambiarias actúan como un dique de contención que tarde o temprano termina colapsando.
La pregunta en todo caso es qué pasará con esa demanda dolarizadora que no se puede canalizar en el mercado de bonos. Todas las miradas apuntan a dólar libre y la apertura del lunes, luego de un par de semanas en niveles apenas por encima de los $ 170.
El Banco Central, en campaña
Las señales tampoco son muy tranquilizadoras. El gasto electoral requerirá de un financiamiento por parte del Banco Central al Tesoro cercano a un billón de pesos hasta fin de año. Cuando todavía no se terminó de “limpiar” la emisión récord del año pasado para hacer frente a la pandemia, esta expansión monetaria amenaza con generar más presiones inflacionarias y cambiarias, que ahora se buscan prevenir con estas restricciones.
Con este panorama, cabe preguntarse no sólo cómo será el tránsito a las elecciones, sino en qué posición quedaría el Banco Central el “día después” de los comicios. Seguramente mucho más debilitado, con escasas reservas líquidas y la necesidad de acelerar fuertemente la suba del tipo de cambio oficial.
Tampoco ayudan demasiado las gestiones de Martín Guzmán para buscar una alternativa al acuerdo con el FMI, vía “redistribución de Derechos Especiales de Giro” a países de ingresos medios, como él mismo se ocupó de postear en redes sociales. Infobae adelantó el viernes que la intención es que Rusia encabece esta salida “creativa” que propone el ministro de Economía.
Pero el impacto para la Argentina podría ser desfavorable. En caso de prosperar esta idea, el Gobierno estaría dejando en claro que no está dispuesto a ir a un acuerdo con el FMI y por ende tampoco establecería un programa económico con metas claras tanto desde lo fiscal como desde lo monetario. Es decir seguiría la indefinición sobre el rumbo y cuáles son las garantías que ofrece a los inversores que, por ejemplo, entraron en el canje de deuda el año pasado.
Cambiar un acuerdo transparente y de metas claras con el Fondo por un acuerdo oscuro con Rusia difícilmente resulte algo digerible por los mercados y mucho menos para quienes miren a la Argentina todavía como un destino apetecible para invertir.