Economistas consultados consideraron incumplibles las metas de inflación y dólar, que podrían afectar el resto de los objetivos. “Colchones” agotados y rol del acuerdo con el FMI
En su versión final, los lineamientos de gastos y recursos que fuera presentado el 15 de septiembre último, fue aprobado por el Congreso hace menos de un mes, pero el Presupuesto 2021 ya parece viejo. El envío del Poder Ejecutivo fue uno de los motores de la disparada del dólar, hasta $195 y una brecha del 150% respecto del tipo de cambio oficial, porque la meta de déficit fiscal primario de 4,5% del PBI y financiero de 5,7% del PBI incluía una dosis de financiamiento del BCRA que anunciaba la continuidad de la laxitud monetaria y sólo podía implicar un empinamiento del tipo de cambio y la inflación muy superior al pautado.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, que cuando presentó el proyecto ante los Diputados fue sorprendido con el micrófono abierto jactándose de su capacidad de “sarasear”, reaccionó. Empezó a reconocer “el exceso de pesos” como problema, colocó bonos en dólares y ligados al dólar, “devolvió” dinero al Banco Central, al que prometió no pedir más adelantos, y llamó al FMI.
Más allá de escarceos políticos (como el equívoco episodio que involucró al canciller Felipe Solá, el presidente Alberto Fernández, el presidente electo de EEUU, Joseph Biden, el representante de EEUU en el Fondo, Mark Rosen, y al propio Guzmán) la idea de la negociación es un déficit fiscal inferior al del Presupuesto y tal vez desembolsos netos del FMI en la parte inicial del eventual acuerdo, para reforzar las escuálidas reservas del BCRA, que en términos de “reservas netas líquidas” son ya negativas.
Las otras metas “macro” del proyecto oficial, vale recordar, son un crecimiento del PBI de 5,5%, inflación del 29%, dólar oficial de $102 a diciembre 2021 y un superávit comercial anual de USD 15.087 millones, resultado de un crecimiento del 10,2% de las exportaciones y del 20,4% de las importaciones.
Bajo la lupa
Los expertos consultados por Infobae coincidieron en destacar que la inflación y el valor del dólar son las metas más difíciles y a su vez afectan las demás, que en sí no parecen irreales, pero dependen de que la política económica oficial camine sin caerse por el estrecho sendero entre el ajuste de las políticas fiscal y monetaria y los límites políticos y sociales que cobrarán mayor fuerza en un año electoral.
“Al PBI lo vemos creciendo entre 4,2 y 4,5% (un punto o más por debajo de la meta oficial): va a haber un arrastre estadístico del 2% o más, dependiendo del cierre 2020, a lo que se sumará la recuperación del consumo interno y una mayor tracción de la economía mundial”, dijo Jorge Neyro, economista jefe de la consultora ACM. “Más allá de eso, dependerá del clima y de la inflación que tengamos. Por ahora, soy optimista, pero no demasiado”, agregó el analista.
“Vemos el déficit primario en 4% a 4,5% del PBI; no hay mucho espacio para mayores ajustes, aunque puede haber cuestiones contables, como pasar gastos debajo de la línea”, siguió Neyro. Los cambios en la fórmula de movilidad jubilatoria ya le movieron el arco a Guzmán, pues significarán más erogaciones de las que había presupuestado. “El déficit se puede reducir por aumento de recaudación y porque el aumento de tarifas permita reducir los subsidios a empresas; un mayor ajuste no es esperable por motivos políticos-electorales. Es lo que la coyuntura económica impone. Si hay muy buena cosecha de soja y los precios se mantienen altos, ese déficit de 4%-4,5% del PBI es realista”, fundamentó el economista de ACM, para quien la meta de inflación (29% anual) “es la más difícil, casi imposible de cumplir”.
Ya se vio en el gobierno de Cambiemos, apuntó Neyro: todo ajuste de tarifas públicas, chico o grande, acelera la inflación. Además, en paritarias laborales los sindicatos buscarán recomponer salarios reales. “Entre aumento de costos salariales y no salariales, no hay chances de que la inflación baje del 50%”, enfatizó. “Para arriba es otra historia: influirá el manejo de precios como la nafta y si habrá control directo o indirecto de precios”.
De hecho, agregó Neyro, 50% anual de inflación equivale a una tasa mensual cercana a la de los últimos meses 2020. “La bicicleta inflacionaria te puede llevar a esa velocidad de crucero, que hasta ahora no habíamos tenido debido a la pandemia. Además, la liquidez lubrica cualquier efecto”.
“Las dos variables más volátiles y complicadas son el tipo de cambio y la inflación: están vinculadas una con la otra en un escenario muy difícil sostener a lo largo de un año”, dijo a su vez el economista Nicolás Gadano, ex gerente general del BCRA.
“El escenario macroeconómico es un parámetro que tomás para hacer un esquema de recursos y gastos, y en función de eso un resultado fiscal, pero la meta del 4,5% de PBI de déficit primario es compleja: implica una fuerte mejora respecto de este año, pero sigue siendo un déficit muy alto para las posibilidades de financiamiento de la Argentina”, que no tiene acceso al mercado internacional, tiene un mercado de financiamiento en pesos volátil y caro y casi exhausto el financiamiento del BCRA, agregó Gadano, para quien “el financiamiento del Central que figura en el presupuesto 2021 es inconsistente con la inflación y el resto de las metas”.
Dos frentes complicados
Además, Gadano resaltó dos frentes complicados: el previsional, con la fórmula retocada, y el tarifario. Según el Gobierno, el ajuste de tarifas empezaría en marzo y el secretario de Energía, Darío Martínez, dijo que sólo el 15% de la población puede pagar las tarifas. “¿El Estado pagará el resto? Y si se van a marzo, acumularán más distorsiones y se les harán más difíciles los aumentos, porque estarán más cerca de las elecciones; no hay manera de ajustar tarifas que no afecte la inflación y el humor de la gente”, enfatizó Gadano.
El nuevo abordaje del ministro Guzmán es correcto, pero “una cosa es decirlo y otra hacerlo; tal vez piensa lograrlo mediante el acuerdo con el FMI, cuyas metas serán más relevantes que las del Presupuesto”, dijo Gadano.
“Si se llega a ese acuerdo en el primer trimestre, será en una situación de reservas muy delicada. El efecto del programa sería mucho mejor si en algún momento hubiera efecto neto positivo, pero no será fácil; el Fondo tal vez acepte financiar una parte del déficit fiscal, pero a cambio de que se recorte más de lo programado”, observó.
Rafael Flores, economista, ex presidente y miembro del Consejo Directivo de la Asociación Argentina de Presupuesto Público y Administración Financiera (ASP), hizo un abordaje conjunto de las metas. “Hay una parte que es exógena y otra endógena, que depende de lo que haga el gobierno. La única meta absolutamente irreal es la de inflación: con una inflación importante y reprimida y precios que se liberarán, porque de lo contrario el impacto fiscal sería peor, es imposible que se cumpla la meta del 29%”, explicó.
En cambio, la meta de crecimiento del PBI de 5,5% le parece “previsible y razonable, después de una caída tan fuerte como la de este año”. De todos modos, insistió, para que se cumplan las previsiones es imprescindible un reordenamiento y revisión de metas fiscales, como intenta Guzmán. “Al principio el ministro dijo que el Presupuesto era su plan económico, pero cuando se desató la corrida cambiaria tomó nota”, dijo el analista. “Por eso podemos tener una situación que se aproxime a algunos parámetros que planteó, pero si hay descontrol fiscal y más emisión puede volver el escenario de septiembre-octubre, con espiralización de la inflación y una crisis de mayor magnitud”, prosiguió Flores. Allí, claro, inciden cuestiones exógenas, como la evolución de la pandemia y el efecto que tenga sobre el “gasto covid”.
Comercio Exterior
En cuanto a las metas de comercio exterior, Neyro dijo que al superávit de USD 15.000 millones “salvo un desastre con la soja, lo veo factible”. En parte, explicó, porque el Gobierno seguirá controlando las importaciones. “Con el cepo como está y si las exportaciones no crecen, van a administrar las importaciones para que el superávit se mantenga, aunque eso afectaría el PBI”, dijo el economista jefe de ACM.
Uno de los problemas, alertó Nicolás Gadano, es que con una brecha cambiaria alta el saldo comercial no necesariamente se refleja en el resultado cambiario y en las reservas del BCRA, como sucedió en los últimos meses. “Un período tan largo de control de cambios y alta brecha genera comportamientos estructurales a favor de las importaciones y en contra de las exportaciones”, dijo el ex gerente del BCRA. Ocurre en servicios como el software como, por caso, en las exportaciones de soja.
Reducir la brecha cambiaria, agregó, será mucho más difícil después de sacar la “espuma”, con lo cual seguirá jugando la expectativa de un mayor ritmo de devaluación, para bajar la brecha a niveles tolerables. Por último, Gadano recordó que la placidez cambiaria de diciembre, por mayor demanda de pesos, se terminará en algún momento de enero. Entonces, dijo, el mercado empezará a devolver pesos y la situación cambiaria será difícil de sobrellevar sin un ancla fiscal o un acuerdo con el FMI.
Flores dijo que los objetivos de comercio exterior son cumplibles si el tipo de cambio se estabiliza y no se vuelve a agrandar la brecha cambiaria. Pero el gobierno cometería un error si, cepo mediante, pretende usar el dólar como ancla, porque terminaría alimentando expectativas de devaluación. “Es un sendero muy finito que transita el gobierno, al cual se suma cuestión electoral y una economía que viene de tres años de recesión y una terrible caída de actividad: es muy difícil cuadrar ajuste de variables con la necesidad de un impulso para que economía se reactive”, concluyó el miembro de ASAP.
Emisión, inflación y colchones
En su último informe mensual 2020, el consultor Miguel Ángel Broda detalló lo complicado del escenario 2021. Aunque, debido a la magnitud de la caída de este año, el próximo el PBI podría crecer el 6,5%, dos puntos por encima de la meta oficial, el principal desafío será evitar un desmadre inflacionario.
“La cantidad de dinero creciendo al 80% y los precios al 35% es algo que se puede repetir en 2021”, dijo el consultor. A contramano del discurso oficial, Broda cree que “el Gobierno tuvo suerte con la herencia que recibió de Macri. Dispuso, dijo, de cuatro “amortiguadores” que usó a lo largo de 2020: una economía inicialmente desmonetizada, que permitió la generosa emisión a lo largo de este año; un bajo nivel de pasivos remunerados del BCRA, que le permitió al Banco Central colocar Leliq y Pases para absorber parte de la emisión; altos encajes, que permitieron bajarlos para estimular el crédito, y una posición de reservas que, venta de dólares mediante, permitió absorber más pesos, al costo de dejar el actual nivel de reservas brutas debajo de los USD 38.000 millones y las reservas líquidas netas negativas: un rojo de más de USD 2.100 millones a fin de noviembre que en marzo 2021 podría llegar a USD 5.000 millones.
Con los “colchones” agotados, la política económica oficial, dijo el consultor, se complicará en 2021, año para el cual proyectó una inflación no inferior al 50%, a condición de que el gobierno reduzca el déficit fiscal a menos del 4% del PBI. De lo contrario, concluyó, los riesgos serán cada vez mayores.